21 de septiembre de 2013
San Mateo apóstol y evangelista
Lecturas:
Efesios 4, 1-7.
11-13 / Salmo 18, 2-5 Resuena su
eco por toda la tierra
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
9, 9-13
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que
estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El
se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa,
acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus
discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su
Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús, que había oído, respondió: «No son los
sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan
qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido
a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Nos
enseñaba Jesús, el Domingo recién pasado, que basta la conversión de un pecador
para desatar gran alegría en el cielo. Pero él comenzaba a celebrar en su
momento, compartiendo y comiendo con ellos.
Pero
esos que consideran más importantes los ritos y las prácticas religiosas que
las actitudes
compasivas inspiradas por Dios, olvidan algo muy importante: no
hay quien no sea pecador, ya que «Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros», pero, para que no
desesperemos, tenemos la promesa: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad» (1
Jn 1,8-9).
Por
lo anterior, podemos decir que ellos y todos quienes se sienten así, están
cometiendo un terrible error de cálculo, ya que si no se consideran “enfermos”,
no contarán con la acción salvadora y liberadora del médico de la Vida plena.
Sánanos,
Señor: de todos nuestros muchos pecados; pero, en primer lugar de la terrible
ceguera que nos impide reconocer nuestra condición. Así sea.
Yendo unidos por
los caminos de la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,
Miguel.
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