martes, 17 de septiembre de 2013

Tenemos el encargo de ocuparnos en su nombre de los sufrimientos de nuestros contemporáneos

17 de septiembre de 2013
Martes de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año

Lecturas:
I Timoteo 3, 1-13 / Salmo 100, 1-3. 5-6 ¡Procederé con rectitud de corazón!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   7, 11-17
    Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores.» Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate.»
    El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
    Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo.»
    El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Palabra del Señor.

MEDITACION
A Jesús lo conmueve el dolor. Y se hace cargo de él.

Como él es el rostro humano de Dios, sabemos que también a Dios lo conmueve el dolor humano (Jc 2,18), tanto que actúa al respecto, enviando a su Hijo a liberarnos de este.
Y, como nosotros somos los seguidores de Jesús, tenemos el encargo de ocuparnos en su nombre de los sufrimientos de nuestros contemporáneos, porque aquellos/as que conservan «el misterio de la fe con una conciencia pura» (1L), cada vez que se enfrenten al padecimiento de sus hermanos, procederán «con rectitud de corazón» (Sal) y buscarán aliviar y hasta solucionar definitivamente estos, porque de esa forma, los humildes de la tierra reconocen que «Dios ha visitado a su Pueblo».

Danos un corazón compasivo como el tuyo, Señor; danos manos que se ocupen de mitigar los dolores de nuestros hermanos; y danos la sabiduría necesaria para encontrar las soluciones que esos sufrimientos requieren. Así sea.

Yendo unidos por los caminos de la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,

Miguel.

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