jueves, 27 de febrero de 2014

Hablando claramente sobre la idolatría del dinero

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
2 de marzo de 2014
Octavo Domingo Durante el Año

Lecturas:
Isaías 49, 14-15 / Salmo 61, 2-3. 6-9 Sólo en Dios descansa mi alma / I Corintios 4, 1-5

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   6, 24-34
    Dijo Jesús a sus discípulos:
    Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
    Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
    Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
    ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
    No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?» Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
Palabra del Señor.

MEDITACION
El salmista nos invita: «Confíen en Dios constantemente, ustedes, que son su pueblo» (Sal). Por eso, podemos vivir en paz y alegría sirviendo, ya que nada ni nadie nos puede afectar, porque «mi juez es el Señor» (2L) y tenemos la certeza que Él es un juez misericordioso, porque nos ama tanto que, por boca del profeta, exclama estas consoladoras palabras: «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!» (1L), entonces, como «el Padre que está en el cielo sabe bien» (Ev) nuestras necesidades, confiamos en que las proveerá con la generosidad que sólo Dios es capaz.
Pese a lo que dice Jesús, hay algunos que parecen creer que sí es posible tener buena relaciones con Dios y el dinero a la vez.
Alguna vez vi un documental estadounidense donde un pastor protestante, que lucraba hasta el lujo con su ministerio, aseguraba que Jesús fue rico, que tenía amigos ricos y que bendecía la riqueza. Sólo lo de las amistades es testimoniado en los evangelios. Lo demás es grotescamente falso; más aún: es absolutamente contrario a lo que ahí descubrimos.
Pero también tenemos ejemplos bajo el amparo católico. De hecho Chile debe ser uno de los casos más notorios de una Iglesia que opta por los ricos. Tanto que, en el imaginario popular, colegio católico es sinónimo de institución para las clases acomodadas (y, salvo honrosas excepciones, es efectivamente así). Incluso, como sabemos, todo lo que lleva el logo de la Pontificia Universidad Católica (universidades y centros de formación, institutos de salud, canal de TV) tiene como destinatarios primordiales las élites económicas.
Pero eso es más generalizado aún, llevando a que el gran teólogo José Comblin opinase que “el porvenir de América Latina es ser un continente evangélico protestante, salvo su clase alta”.
Todo esto no es propaganda comunista como suelen descalificar livianamente estos argumentos precisamente los que se benefician de la relación con las riquezas y los ricos. Es Jesús quien exclama: «¡ay de ustedes los ricos!» (Lc 6,24) y con una claridad imposible de tergiversar: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios» (Mc 10,25)
Es que el amor al dinero es capaz de hacernos traicionar y mentir, además de volvernos insensibles al sufrimiento de los demás.
Ya Papa Francisco advertía. “No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”. Agregando: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
En cambio nuestro Padre quiere sólo la vida, pero no cualquier vida, sino una tan plena que su Hijo la llama eterna o en abundancia. Quien no quiere lo mismo es el dios-dinero. Y tampoco sus adoradores, que son los que permiten o son autores de sistemas que impiden una vida digna a otros con tal de lograr sus objetivos económicos. De esa manera demuestran no creer en el Dios de Jesús, por más que usen sus símbolos y sus palabras.

Que busquemos cambiar nuestra forma de vivir desde una al abrigo de lo material hacia una donde sea más importante el ser humano, para que la justicia de tu Reino, Señor, llegue cada vez a más hermanos. Así sea

Escogiendo servir sólo al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,

Miguel.

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