PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
2 de marzo de 2014
Octavo Domingo Durante el Año
Lecturas:
Isaías 49,
14-15 / Salmo 61, 2-3. 6-9 Sólo
en Dios descansa mi alma / I Corintios 4, 1-5
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
6,
24-34
Dijo Jesús a sus discípulos:
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se
puede servir a Dios y al Dinero.
Por
eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su
cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la
comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan
en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No
valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se
inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y
por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van
creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el
esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la
hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más
hará por ustedes, hombres de poca fe!
No
se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos
vestiremos?» Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que
está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y
todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana;
el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El salmista nos
invita: «Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo» (Sal). Por eso, podemos vivir en paz y alegría sirviendo, ya
que nada ni nadie nos puede afectar, porque «mi
juez es el Señor» (2L) y tenemos la certeza que Él es un juez misericordioso,
porque nos ama tanto que, por boca del profeta, exclama estas consoladoras
palabras: «¿Se olvida una madre de su
criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré!» (1L), entonces, como «el Padre que está en el cielo sabe bien»
(Ev) nuestras necesidades, confiamos en que las proveerá con la generosidad que
sólo Dios es capaz.
Pese
a lo que dice Jesús, hay algunos que parecen creer que sí es posible tener
buena relaciones con Dios y el dinero a la vez.
Alguna
vez vi un documental estadounidense donde un pastor protestante, que lucraba
hasta el lujo con su ministerio, aseguraba que Jesús fue rico, que tenía amigos
ricos y que bendecía la riqueza. Sólo lo de las amistades es testimoniado en
los evangelios. Lo demás es grotescamente falso; más aún: es absolutamente
contrario a lo que ahí descubrimos.
Pero
también tenemos ejemplos bajo el amparo católico. De hecho Chile debe ser uno
de los casos más notorios de una Iglesia que opta por los ricos. Tanto que, en
el imaginario popular, colegio católico es sinónimo de institución para las
clases acomodadas (y, salvo honrosas excepciones, es efectivamente así).
Incluso, como sabemos, todo lo que lleva el logo de la Pontificia Universidad
Católica (universidades y centros de formación, institutos de salud, canal de TV)
tiene como destinatarios primordiales las élites económicas.
Pero
eso es más generalizado aún, llevando a que el gran teólogo José Comblin
opinase que “el porvenir de América Latina es ser un continente evangélico protestante,
salvo su clase alta”.
Todo
esto no es propaganda comunista como suelen descalificar livianamente estos
argumentos precisamente los que se benefician de la relación con las riquezas y
los ricos. Es Jesús quien exclama: «¡ay de ustedes los ricos!» (Lc
6,24) y
con una claridad imposible de tergiversar: «Es más fácil que un camello pase
por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios» (Mc
10,25)…
Es
que el amor al dinero es capaz de hacernos traicionar y mentir, además de
volvernos insensibles al sufrimiento de los demás.
Ya
Papa Francisco advertía. “No puede ser que no sea noticia que muera de frío un
anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la
bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay
gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”. Agregando: “No a una economía de la
exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
En
cambio nuestro Padre quiere sólo la vida, pero no cualquier vida, sino una tan
plena que su Hijo la llama eterna o en abundancia. Quien no quiere lo mismo es
el dios-dinero. Y tampoco sus adoradores, que son los que permiten o son
autores de sistemas que impiden una vida digna a otros con tal de lograr sus
objetivos económicos. De esa manera demuestran no creer en el Dios de Jesús,
por más que usen sus símbolos y sus palabras.
Que
busquemos cambiar nuestra forma de vivir desde una al abrigo de lo material
hacia una donde sea más importante el ser humano, para que la justicia de tu
Reino, Señor, llegue cada vez a más hermanos. Así sea
Escogiendo
servir sólo al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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