21 de Noviembre de 2015
Sábado de la Trigésimo Tercera Semana Durante el Año
Lecturas:
Macabeos 6, 1-13
/ Salmo 9, 2-4. 6. 16. 19 ¡Me alegraré por tu victoria, Señor!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos
saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha
ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para
darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El
primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y
luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente,
también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya
que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este
mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de
participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden
morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de
la resurrección.
Que los muertos van a
resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama
al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no
es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él».
Tomando la palabra, algunos
escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Y ya no se atrevían a
preguntarle nada.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Si el Padre de Jesús «no es un
Dios de muertos», ¿por qué pareciera que quienes creen en Él (o al
menos personas muy destacadas dentro de ellos) oran y alaban sólo cruces
sangrientas o una imagen mental de lo que sucederá “en la otra vida”, es decir,
después de muertos…?
¿No sería más consecuente, acaso, hablarle y adorarlo como lo hacía el
Maestro, como Alguien Vivo, presente y actuante?
Pero ¿dónde lo encontramos para hacer eso?
Se hace presente en los hermanos, especialmente en los más necesitados y
en la comunidad.
Recordemos: «cada vez que lo hicieron (servir, auxiliar) con
el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40) y «donde
hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos» (Mt 18,20).
Que seamos coherentes con la fe que decimos tener en ti, Señor, y te
busquemos y te adoremos donde efectivamente estás: Vivo y presente en medio
nuestro. Así sea.
Con el corazón lleno de Paz, Amor y Alegría
porque la esperanza está activa,
Miguel
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