PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
15 de Noviembre de 2015
Domingo de la Trigésimo Tercera Semana Durante el Año
Lecturas:
Daniel 12, 1-3
/ Salmo 15, 5. 8-11 Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti
/ Hebreos 10, 11-14. 18
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 24-32
Jesús dijo a sus discípulos:
«En
aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas
caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir
sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para
que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo
al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación,
tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas,
ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que
suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta
generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los
ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Habrá un tiempo en que se verá «al Hijo del hombre venir sobre las nubes,
lleno de poder y de gloria» (Ev) y eso, a quienes lo amamos y confiamos en
su amor, a quienes nos hizo «conocer el
camino de la vida» (Sal), debiese sólo alegrarnos, porque «los que hayan enseñado a muchos la justicia
brillarán como las estrellas» (1L), entre quienes, si somos fieles,
debiésemos estar, ya que «Él ha
perfeccionado para siempre a los que santifica» (2L). Y, como ya sabemos que será así, tenemos una vida para ir
practicándolo.
Hace poco se conmemoraba el aniversario de una serie de exitosas
películas que contaban acerca de viajes en el tiempo de sus personajes, una de
las cuales, tres décadas antes, imaginaba el año que estamos viviendo en la
actualidad, el cual era, para ellos, “el futuro”. Y vinieron las inevitables
comparaciones entre sus predicciones y la realidad.
A los seres humanos siempre nos ha obsesionado poder conocer
anticipadamente lo que vendrá: todos los pueblos antiguos tuvieron chamanes,
augures, magos o como les llamaran, a los que se les preguntaba desde si debían
casarse con cierta persona, hasta la conveniencia o no de declarar la guerra a
otro pueblo.
Hoy, esas decisiones se toman consultando a la calculadora… Aunque, de
vez en cuando, se ha sabido de jefes de estado que siguen consultando adivinos.
Todo aquello, corriendo el riesgo de vivir la natural angustia que
conlleva esperar que se cumplan esos acontecimientos que supuestamente ya se
conoce que sucederán. En el caso extremo de esto están las sectas que se
agrupan a aguardar el fin del mundo cada fin de milenio y que terminan en
suicidios masivos…
Hay algunos, incluso, que, Biblia en mano, le adjudican a ésta la
capacidad de predecir hechos, desconociendo que muchos de estos sucedieron
antes de escribirse las “profecías”, las que se usan sólo con fines pedagógicos…
Y, además, se atreven a anunciar que, de la misma manera, saben el destino de
nuestra tierra y de quienes la habitamos.
En fin, sólo es seguro que lo que tenga que suceder, sucederá, digan lo
que digan.
Y ya que aquellos sucesos, como dice Jesús, con absoluta certeza, «nadie los conoce, ni los ángeles del cielo,
ni el Hijo, nadie sino el Padre»… ¿cuál debiese ser la actitud de los hijos
de Dios?
Recordemos, ante todo, que se trata, aquí también, de decisiones del
Dios que es amor (1 Jn 4,8) y que es con
nosotros mejor padre que cualquiera que conozcamos (cf
Mt 7,11)…
Por ello, al contrario de los que usan el terror religioso para
conseguir sus propósitos, notemos que:
Si bien los astros del cielo dejarán de brillar, «se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes». Es decir, no
quedaremos en penumbras, porque nos iluminará quien es la Luz del mundo (Jn 8,12).
Y su venida será «lleno de poder y
de gloria». Es decir que, quien, cuando vivió entre nosotros, era sólo
compasión y acciones de ternura por los demás, vendrá con poder para lograr,
por fin, un mundo más humano, donde reinen la misericordia y el amor entre
todos.
Además, fijémonos en que los signos con que compara esos acontecimientos
no son para nada escalofriantes, sino hasta bucólicos: será como cuando se
percibe que mejora el tiempo, cuando en la higuera las ramas «se hacen flexibles y brotan las hojas».
En el intertanto, nos acompañarán y nos guiarán sus palabras, esas que asegura
«no pasarán», por lo que estarán
permanentemente recordándonos que ese Reino lo vamos construyendo paso a paso,
ladrillo a ladrillo, sus seguidores.
Teniendo en cuenta la obviedad de que sólo habrá futuro cuando termine
el presente, seamos conscientes, entonces, que lo que sea que vaya a ocurrir
será consecuencia de lo que estemos haciendo en nuestro hoy de cada día.

Y, en cuanto a las relaciones humanas, a que “el mundo está cada vez más
malo”, como decimos a menudo, hay que preguntarnos qué estamos aportando para corregir
ese feo porvenir. Especialmente, quienes gustamos de llamarnos cristianos,
¿acaso donde hay odio, ofensa y discordia ponemos amor, perdón y unión, como
soñaba Francisco de Asís?.
Porque, si bien nadie conoce el futuro, no hay duda que éste será mucho
mejor si nos decidimos a hacer el aporte que se esperaría de los amigos de
Jesús.
Que, en vez de caer en temores irracionales sobre el futuro, busquemos
ser aporte para que éste sea mejor para todos, tal como es tu voluntad, Señor.
Así sea.
Con el corazón lleno de Paz, Amor y Alegría
porque la esperanza está activa,
Miguel
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