24 de Marzo de 2016
Jueves de Semana Santa
Lecturas:
Éxodo 12, 1-8.11-14
/ Salmo 115, 12-13. 15-18 El cáliz que bendecimos es la comunión de la
Sangre de Cristo / I Corintios 11, 23-26
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora
de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban
en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote,
hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había
puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se
levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la
cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los
discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a
lavar los pies a mí?»
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo,
pero después lo comprenderás.»
«No,
le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!»
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte.»
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también
las manos y la cabeza!»
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los
pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque
no todos.» El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos
ustedes están limpios.»
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa
y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman
Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el
Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a
otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con
ustedes.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
La Cena del Señor, inspirada en este pasaje del evangelio, es –o, más
bien: debe ser- un encuentro de fraternidad, servicio y purificación de todo lo
que esté en contra de esas dos características anteriores.
Es importante recordar permanentemente (no sólo el Jueves Santo) que en
la Última Cena, momento que inspira y da origen a la Misa y a toda actividad de
culto cristiana, el Maestro no sólo partió y repartió el pan y dio de beber de
su copa.
Ese día, con ocasión de ese encuentro con sus amigos, «sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este
mundo al Padre», es decir, en ese momento tan
definitivo, además les da una lección acerca de cómo deben relacionarse sus
seguidores.
Ojalá que cuando vayamos a la celebración en
la comunidad no olvidemos esto.
Que la Misa, la Fracción del Pan, la Cena del Señor o cualquier otra
actividad cultual nos sirvan para impregnar nuestra vida diaria con ese
sentimiento de amor fraternal que nos enseñaste tú, Señor. Así sea.
Intentando estar entre quienes se dejan
enviar a anunciar, de palabra y con la vida, la Paz, el Amor y la Alegría del
Reino de Dios,
Miguel
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