PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
11 de Mayo de 2025
Domingo de la Cuarta Semana de Pascua
Lecturas de la Misa:
Hechos 13, 14. 43-52 / Salmo 99, 1-3. 5 Somos su pueblo y ovejas de su rebaño / Apocalipsis 7, 9. 14-17
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 27-30
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Si sentimos que «somos su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal), es porque hemos podido experimentar en nuestra vida que se cumple la promesa de Jesús: «Yo les doy Vida eterna» (Ev), una que comienza desde ya, una vida plena o en abundancia. Nuestra respuesta debiese ser aprovechar que estamos «llenos de alegría y del Espíritu Santo» (1L) para vivir de una manera resucitada, o nueva, haciendo nuestro aporte para lograr que nuestros hermanos de humanidad no sufran o sean consolados en la tribulación y así aportar a que sea posible que «nunca más padecerán hambre ni sed» (2L).
“Con las manos sucias de servir y el corazón encendido de ternura".
Aprovechando el merecido ambiente de memoria agradecida por el paso por nuestra tierra del Papa Francisco, recientemente fallecido, recordemos que él surgió a la luz en 2013 como una novedad sorpresiva. Y esto se debió en gran parte, al contraste entre sus gestos y palabras con las de sus antecesores y también con muchos de sus pares jerárquicos hasta antes de su nombramiento.
Asombró, agradó y no faltó quien se escandalizó, por ejemplo, cuando rechazó las vestiduras semejantes a la de un rey, simplificándolas bastante. Ocurrió, recordémoslo con el cambio de unos zapatos rojos por un par que usaba desde antes, “normales”.
Más gestos llamativos: él no tenía miedo a reconocerse como un humano que se equivocaba y pedía perdón, de risa fácil, de pedir humildemente que oraran por él, porque lo necesitaba. Y tantas otras actitudes que decían de él que era uno más, sólo que con otras responsabilidades.
Otra, muy potente, que mostraba su entendimiento de que el cargo no debiese alejarlo de las personas es que renunció a vivir en el palacio papal y, en cambio, prefirió una habitación en una residencia que se utiliza para los religiosos que van de paso a Roma. Ahí se lo podía ver en la fila del almuerzo con su bandeja en la mano y compartiendo mesa con los otros. Como uno más.
Tristemente, en el cristianismo y tal vez más que en otras ramas esto se ve mucho en el catolicismo, existe una especie de mecanismo sicológico que hace que quien llega a tener responsabilidad sobre otros se sienta superior y, por ello, merecedor de ciertas acciones reverenciales hacia ellos. Grafiquemos esto en esa costumbre principesca de hacerse besar el anillo, práctica que precisamente Francisco trataba de evitar, desconcertando a quienes estaban acostumbrados a esto, porque es coherente con su sencillo Maestro Nazareno…, pero también con el que consideramos el primer Papa, de quien se nos cuenta: «Cuando Pedro entró, Cornelio fue a su encuentro y se postró a sus pies. Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole: “Levántate, porque yo no soy más que un hombre”» (Hch 10,25-26).
Pero no olvidemos que esas malas actitudes reseñadas pueden llegar hasta acciones mucho más graves, como los abusos, situación de la que la Iglesia Católica no logra sacudirse, pese al paso del tiempo. Es decir, no es una situación trivial, una cuestión de estilos opcionales, sino que podría llegar a derivar en actitudes criminales. Por eso, entre otras cosas, no da lo mismo no ser autoridades cercanas y humildes.
Aprovechemos, a propósito de lo anterior, el evangelio que se nos ofrece hoy para recordar una frase del obispo de Roma, como le gustaba presentarse, porque ese es su cargo oficial, pese a que no lo recordamos. Él, ya al comienzo de su pontificado, en su primera Misa de Jueves Santo, les indicó a los sacerdotes: "esto les pido: sean pastores con 'olor a oveja', que eso se note" y después repitió en múltiples ocasiones este concepto.
Por cierto, encontramos aquí una crítica a aquellas conductas de quienes, desde sus diferentes cargos en la Iglesia, se sienten efectivamente superiores al resto de los fieles. Y, como inferiores tratan a los demás. Algo que se contradice fundamentalmente con nuestro «Maestro y Señor» (Jn 13,13), quien «no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (Flp 2,6-7), llegando a definirse como «paciente y humilde de corazón» (Mt 11,29).
Tengamos presente, además, que desde muy el inicio del cristianismo se utilizaba la imagen de Jesús con una oveja sobre los hombros, porque él mismo se definió como «el Buen Pastor» (Jn 10,11) Tal como lo es nuestro Dios, ya que, según lo que nos dice: «El Padre y yo somos una sola cosa».
Y es que el recuerdo cariñoso que dejó entre los que lo conocieron era el de "un pastor con olor a oveja", tal como sugería el reciente Papa: alguien cercano, uno de ellos. Y esa fue una de las motivaciones para que quisieran seguirlo. Él dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen».
No olvidemos la significativa escena en que Jesús, cada vez que Pedro le respondió que le quería, le invitó a que cuidara a sus queridas ovejas (Jn 21,15-17), como preocupado Buen Pastor que era.
Si tenemos en cuenta que todos somos o podemos llegar a ser pastores de otros (responsables de comunidad, padre o madre de familia…), nos sirven mucho las palabras de Francisco en su última carta al mundo: "A los sacerdotes, a los obispos, a toda la Iglesia: no se conviertan en funcionarios de lo sagrado. Sean pastores. Con las manos sucias de servir y el corazón encendido de ternura".
Jesús, Buen Pastor, que siempre nos cuidas y proteges hasta dar la vida por nosotros, como a ovejas de tu rebaño. Tú siempre estás enviando a quienes nos pastoreen en tu nombre. Gracias por ellos. Y también nos envías para atender a tus otras ovejas. Danos la coherencia que necesitamos en esa tarea. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, preocuparnos y ocuparnos de la calidad de nuestros pastores y no olvidar ser pastores con “olor a oveja” cuando nos corresponda,
Miguel.
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