miércoles, 2 de abril de 2025

Un relato de búsqueda de la vida y la felicidad

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

6 de Abril de 2025                                                    

Domingo de la Quinta Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 43, 16-21 / Salmo 125, 1-6 ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros! / Filipenses 3, 8-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     8, 1-11


    Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
    Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?»
    Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
    Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
    E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
    Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.
    Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?»
    Ella le respondió: «Nadie, Señor».
    «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

¿Podríamos nosotros decir –y sentir- como el Apóstol: «Todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (2L). Porque él nos hizo comprender que se ha ido cumpliendo la profecía que decía: «Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?» (1L). Esa novedad es el cambio de paradigma desde violar la dignidad humana en nombre de Dios, a ser compasivos como Él (Ev). Debido a eso podemos cantar: «¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!» (Sal).

Del lado de los que sufren y, sobre todo, las que sufren.

A lo largo de la historia de la humanidad ha sucedido que una gran cantidad de ella que ha sido violentada sistemáticamente por la otra parte. Nos referimos a los hombres abusando de su poder privilegiado sobre las mujeres.

Recordemos someramente: imponiendo su perverso interés (que las mujeres no sientan placer) se ha llegado a la práctica de la mutilación genital femenina; en las mismas u otras sociedades es un hábito exigir pruebas de virginidad; sucedió también, en ambientes feudales y rurales, el denominado “derecho a pernada”, que era el sometimiento sexual de las criadas vírgenes por parte del dueño de las tierras. Y, así, hay muchos otros abusos institucionales de los varones contra el cuerpo femenino.

Pero, cambiando de ámbito, sabemos que han existido, siempre como imposición de los hombres poderosos contra mujeres debilitadas socialmente: marcas tribales, castigos corporales, acusaciones de brujería a mujeres que se destacaban (supuesta práctica que en un tiempo conllevó la quema pública en la hoguera, impulsada por cristianos…)

Pues bien, estas aberraciones, pequeño extracto de una tristemente muy larga lista, fueron en su momento legales y legítimas en sociedades donde dominan los varones, lo que se denomina el patriarcado.

Es importante resaltar al respecto que recién el año 1981 las Naciones Unidas logran cierto consenso para elaborar una Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer; y, en lo que respecta a nuestro país, consignemos que recién en el año 2010 se logró decretar por ley que los crímenes feminicidas son distintos a cualquier otro contra una mujer, debido a la cercanía e intimidad de la que se aprovecha el perpetrador…

La sociedad de Jesús no fue ajena a estos injustísimos criterios. Y en este evangelio hay un ejemplo.

La ley decía: «Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos serán castigados con la muerte» (Lev 20,10). Y, según las costumbres, esa ejecución la debía llevar a cabo el pueblo fiel a Dios y por medio de la violenta y dolorosa lapidación (apedreamiento).

Si nos fijamos, el castigo era para los dos… pero, acá hay una sola persona sometida al escarnio: la mujer. ¿Se puede llamar justicia a esta forma convenientemente sesgada en detrimento de una por sobre el otro?

El Señor de la misericordia y de la vida no podía estar de acuerdo con la situación.

Pero hay otro antecedente a tener en cuenta para valorar lo que busca enseñarnos este relato: todos sabemos que ante una multitud enardecida es mejor evitar enfrentársele y, en cambio, conviene hacer como la mayoría, dejándose llevar y sumándose, diluyendo la responsabilidad personal en la inconscientemente colectiva. El castigo puede ser correr el riesgo de recibir peñascazos también.

¿Cómo enfrenta Jesús este predicamento? Teniendo presente que él tenía conciencia de que «Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17).

Pues bien, él, primero, rompe la dinámica agresiva, no levantando la voz para hacerse escuchar por la turba vociferante, sino haciendo un gesto desconcertante: «inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo». Después de que salen del estupor, le insistieron. Recordemos que el objetivo de esta gente no es que se cumpla una ley, sino «ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo». En este momento es necesario recordar además que él vino «a dar cumplimiento» a la Ley de Dios (Mt 5,17) y ésta tiene por objetivo «la vida y la felicidad» (Dt 30,15) de quien la cumple… Claramente, el crimen que iban a cometer y la deshumanización que este conlleva, puede ser lo que ordena «Moisés, en la Ley», pero no son un camino a la vida ni a la felicidad. Por ello, los pone frente a sus propias actitudes ante los mandamientos: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».

Gracias a Dios, estas personas, pese a todo, eran honestas y fueron capaces de reconocer que estaban lejos de ser puros y «al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro», significativamente «comenzando por los más ancianos».


Después viene el bello diálogo con la pobre inculpada: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?» «Nadie, Señor». Y, dejando claro que la misericordia no significa que no se tiene conciencia del mal, concluye: «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».

Concluimos que la actitud y las palabras del Maestro, no condenaron, sino salvaron, por cierto, a la indefensa, pero también a las personas de esa banda de vengadores evitando que se hicieran culpables de ese ajusticiamiento misógino, que no era justo, como es evidente.

Esto abrió un camino a la posibilidad de encontrar la vida y la felicidad que quiere el Buen Padre Dios para todos sus hijos.

 

Recuérdanos siempre, Señor, que el Padre Bueno quiere que alcancemos la vida y la felicidad, pero hay tantas situaciones que impiden eso a muchos, pero sobre todo a muchas, por lo que es necesario sentirnos desafiados a ponernos de pie y decir lo que sea necesario contra las situaciones injustas que les afectan. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, no tirar ninguna piedra juzgadora nunca y buscar la vida y la felicidad de todos,

Miguel.

miércoles, 26 de marzo de 2025

La Madre del Hijo Pródigo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

30 de Marzo de 2025                                                

Domingo de la Cuarta Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Josué 4, 19; 5, 10-12 / Salmo 33, 2-7 ¡Gusten y vean que bueno es el Señor! / II Corintios 5, 17-21

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     15, 1-3. 11-32


    Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo entonces esta parábola:
    «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
    Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
    Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
    Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
    Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!" Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".
    Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
    El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".
    Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta.
    El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
    Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".
    Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!"
    Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nuestro Dios nos ama activa y misericordiosamente. Por eso, liberó a su Pueblo de la esclavitud y, gracias a ello, «los israelitas entraron en la tierra prometida» (1L). Y, debido a lo mismo, creemos que era Él quien «estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación» (2L), perdonando y haciendo fiesta al recuperar a sus hijos de la muerte (Ev). Agradecidos, entonces, «alabemos su Nombre todos juntos» (Sal) y luego reflejemos con nuestra forma de vivir que somos sus hijos.

Otra mirada a una parábola muy conocida

Marifé Ramos González., mariferamos.com Tomado de: www.feadulta.com

Hemos leído y meditado muchas veces este texto del evangelio, por eso hoy les queremos invitar a darle una mirada diferente, de la mano de una autora española. Este es su relato un tanto resumido, por razones de espacio.

Hace meses que nuestro hijo pequeño se fue de casa. A las madres no se nos escapa nada y yo me di cuenta de que estaba inquieto. De vez en cuando nos hablaba de las ganas que tenía de disfrutar de la vida, de saborear lo prohibido en la ciudad y experimentar esos placeres de los que hablaban los mercaderes que venían a la aldea. A pesar de la educación que le habíamos dado, nuestro hijo envidiaba a los pecadores y quería salir corriendo tras ellos.

Una noche noté que mi hijo daba vueltas y más vueltas en la estera, sin poder dormir. En cuanto amaneció nos dijo a mi marido y a mí que se iba de casa y que le diéramos su parte de la herencia porque no pensaba volver nunca más por aquí.

Mi marido se quedó en silencio, cerró los ojos y se puso a desgranar lentamente alguna frase de las Escrituras.

Intuimos su lucha interior. Al irse podíamos perderlo para siempre…, pero teníamos la esperanza de que cuando tuviera en sus manos todo lo que deseaba, quisiera volver de nuevo a su hogar.

Mi marido le dio una bolsa con el dinero de la herencia. Ni le regañó ni le dijo nada,  le dirigió una mirada que expresaba el amor infinito que le tenía y el dolor que le causaba su decisión. Yo le metí en el zurrón unos panes, unos peces y unos pocos dátiles y le abracé con fuerza.

Durante meses no supimos nada de él; algunos vecinos comentaban en la plaza que le habían visto gastar el dinero en fiestas y en mujeres, otros nos decían que estaba delgado y sucio, porque cuidaba cerdos en una hacienda lejana.

Yo salía cada día por la aldea con algún pretexto: tender la ropa, acercarme a la fuente o visitar a una vecina que estaba viuda y enferma. Pero mis ojos buscaban ávidamente, en la lejanía, la silueta de mi hijo.

Sólo tú, Adonai, mi Señor, sabes las lágrimas que he derramado y las veces que te he suplicado que lo cuidaras, “porque tú sanas a quien tiene el corazón roto y vendas sus heridas” (Sal 147,3).

Y hoy ha llegado la salvación a nuestra casa, ¡hoy ha ocurrido el milagro!

Salí de casa, como cada mañana, y miré hacia el camino que conduce a la ciudad. A lo lejos vi la silueta de mi hijo, con su andar cansino, como si llevara sobre sus hombros una carga que no podía soportar. Traía la ropa hecha jirones y venía descalzo.

Al verle, entré corriendo en casa y le dije a mi marido:

- ¡Nuestro hijo vuelve al hogar! ¡Estaba perdido y lo hemos encontrado, estaba muerto y ahora vive!

Él salió corriendo de casa, con los brazos abiertos, al encuentro del hijo. Mientras tanto yo busqué su túnica en el baúl, entre los cobertores. Quería ponérsela para que los vecinos no le vieran con la ropa raída. Y, sobre todo, quería que cuando sintiera sobre su cuerpo la ropa limpia, con olor a lavanda, recordara el día en que mi marido y yo, al ponerle por primera vez esa túnica sobre sus hombros y el anillo en el dedo, le dijimos:

- Hijo, todo lo nuestro es tuyo.

El chico se tiró a nuestros pies pidiéndonos perdón. Nos decía que había pecado contra el cielo y contra nosotros y que le tratáramos como a uno de los jornaleros.

sOrganizamos una fiesta e invitamos a los vecinos. Pero nuestra alegría no fue completa.

Cuando nuestro hijo mayor volvió del campo y vio cómo estábamos celebrando la vuelta de su hermano no quería entrar en casa. Mi marido salió a su encuentro e intentó abrazarle, pero él rehuyó.

- Hijo –le decía- alégrate con nosotros, porque tu hermano estaba perdido y lo hemos encontrado.

Pero él nos increpó con malos modales y nos dijo:

- ¡No os entiendo! Yo nunca os he desobedecido. Desde pequeño os sirvo como el mejor de vuestros criados. ¿Cómo me lo habéis pagado?

Mi maridó le interrumpió y le dijo:

- ¡No eres nuestro siervo, eres nuestro hijo! Algún día descubrirás la diferencia. ¡Vive como hijo!


Yo le abracé y le dije al oído: “No seas necio”. Es la frase que le he repetido muchas veces, desde que era pequeño, cada vez que se ponía cabezota y no entraba en razón.

Se dio media vuelta y se marchó de nuevo al campo.

Mi marido dijo: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, por eso no tememos” (Sal 46,1).

Y los dos entramos de nuevo en casa para seguir celebrando la fiesta, con el corazón  lleno de esperanza.

 

Dios Bueno: Jesús nos enseñó que eres un Padre que busca a sus hijos, que los esperas, que son importantes para ti, que te alegras cuando vuelven, volvemos, la mirada hacia tu amor, que celebras fiestas en el cielo cuando nos reencontramos con nuestra esencia, esa que pusiste dentro nuestro al crearnos, y nos ponemos de nuevo al servicio de nuestros hermanos. Gracias, Señor.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, tener el corazón misericordioso del padre y la humildad del hijo que reconoce su pecado,

Miguel.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Somos la higuera plantada en la viña

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

23 de Marzo de 2025                                                

Domingo de la Tercera Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 3, 1-8. 13-15 / Salmo 102, 1-4. 6-8. 11 El Señor es bondadoso y compasivo / I Corintios 10, 1-6. 10-12

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     13, 1-9


    En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:
    «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».
    Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
    Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Dios de la Biblia es uno que afirma: «he visto la opresión de mi pueblo […] y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo» (1L) y es así que, durante la historia vemos que «El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos» (Sal). Por lo que, si nos consideramos creyentes, «No nos rebelemos contra Dios» (2L), y convirtámonos (Ev) del egoísmo y la indiferencia y contribuyamos a evitar las injusticias, solidarizando con los que sufren.

Con todo lo necesario para dar buenos frutos.

¿Acaso no hemos tenido todos la tentación, más de alguna vez, de pedirle explicaciones a Dios por situaciones que nos parecen injustas o incomprensibles en el mundo grande o el que nos rodea? ¿Por qué las guerras, las catástrofes, la injusticia...? ¿Por qué mueren los niños? ¿Por qué tiene que padecer esta persona tan buena y hay tantos malvados impunes? Etc.

En este texto a Jesús lo enfrentan con situaciones semejantes. Pero él no se suma al coro de los detectores de injusticias, sino que les recuerda que todo aquello es parte de la naturaleza humana o de una suma de eventos concatenados, en otros casos, nos guste o no. Pensemos, por ejemplo, en que muchas personas adquieren enfermedades por conductas riesgosas (consumo de productos claramente dañinos o falta de uso de otros preventivos) o todo lo que afecta y a todos los que afectan el uso de materiales nocivos como el asbesto o los combustibles fósiles y la sobreexplotación de recursos, origen del nocivo calentamiento global. Las funestas consecuencias anteriores, como sabemos y pese a los datos objetivos mencionados, son parte de las responsabilidades que injustamente se le atribuyen a Dios.

De lo que no quiere dejar dudas el Maestro, a propósito de esto, es de lo siguiente: “¿creen ustedes que esas personas u otras «sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?»”. No, nadie tiene más culpas que otros: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra» (Jn 8,7).

De él hemos aprendido que Dios no es un ser que castiga a unos y deja impunes a otros, sino que respeta siempre la libertad humana, aún si cometemos errores u horrores, cuando nos dijo: «él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45) y, en segundo lugar, les recuerda que nadie es perfecto: «Sólo Dios es bueno» (Mc 10,18).

En consecuencia, todos deben cambiar actitudes para aportar a mejorar el propio entorno y la situación del planeta en que vivimos, de tal manera de reducir o eliminar aquellos males mencionados al comienzo.

Para esto utiliza una pequeña comparación.

Primero: ¿por qué plantar una higuera en una viña?  Las higueras están entre los árboles que proveen de mejores frutos, ya que lo hace dos veces al año. Y, por su lado, la viña es símbolo del pueblo de Dios. Entonces, teniendo en cuenta que cuando un judío hacía eso era para aprovechar que lo que produce la vid en la tierra es darle más fertilidad al terreno, se sembraba allí, otra especie para que produzca mejor, la parábola parece querer decir, por lo tanto, que en el terreno prodigioso que Dios se dio para sí están implantados los seguidores de Jesús para dar los buenos frutos del Reino que han aprendido de él.


El problema es que pasa un tiempo más que prudente: «hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro», por lo que el dueño, para evitar que el mal árbol dañe la viña y el terreno, ordena cortarlo. Ahí es donde surge el Señor de la Misericordia en nuestro caso, el viñador en el relato, que conoce bien la planta y su potencial, quien decide hacer una última y más profunda intervención: «Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante».

Gracias a Dios (literalmente) a nosotros se nos da mucho más tiempo que ese para convertirnos.

Todos queremos un mundo mejor. Todos queremos producir abundantes frutos de bondad. Pero hay un trabajo personal por hacer para lograrlo. Si has comprendido los mensajes que Jesús ha enviado a tu vida periódicamente, si pones de tu parte para ser fiel al sentido de lo que entiendes que él quiere para tu vida y para el mundo, ese abono dará frutos para ti, los que te rodean y, a la larga, para mejorar todo este mundo del que tanto tenemos para decir, pero tan poco hacemos por corregir.

 

Confiamos, Señor, en que no pierdas nunca la paciencia con tu higuera, que somos tus amigos seguidores, porque sabemos que nos conoces muy bien y sabes que somos capaces de mucho más que lo que producimos, con tu ayuda y todo lo bueno que el Padre puso en nosotros cuando nos creó, por lo que tarde o temprano daremos frutos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar la forma de dar los frutos que sabemos (y Dios más que nosotros) que somos capaces,

Miguel.

miércoles, 12 de marzo de 2025

Señales para reafirmar la fe

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

16 de Marzo de 2025                                                

Domingo de la Segunda Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 15, 5-12. 17-18 / Salmo 26, 1. 7-9. 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación / Filipenses 3, 17—4. 1

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     9, 28-36


    Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
    Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
    Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
    El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
    Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nos sugiere el salmista: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal), tal como lo hizo «Abrám [quien] creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación» (1L). La guía para vivir así la fe se encuentra en creer en Dios, quien nos invita a hacerlo de esta manera: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo» (Ev). Siguiendo esa recomendación descubriremos opciones para no permitir que sea el egoísmo materialista de este mundo el que nos gobierne, ya que «nosotros somos ciudadanos del cielo» (2L).

Escuchando al Elegido.

En el momento en que Jesús es transfigurado, notemos que llamativamente «dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías».

¿Quiénes eran ellos? Ambos eran personajes relevantes de la historia político-religiosa del pueblo del cual proviene Jesús.

El primero es más conocido por nosotros, gracias al cine y al hablar popular. Pero de todas maneras mencionemos por qué era importante: fue un profeta (alguien con relación privilegiada con Dios, de tal manera que podía hablar en su nombre); fue también el más importante liberador de su pueblo, al cual guio hacia la emancipación de la esclavitud en Egipto; y fue, además, según la tradición judía, el mayor legislador que han tenido, dejándoles hasta hoy la ley divina, contenida en los cinco primeros libros de la Biblia.

Nadie más tuvo, como él, un contacto tan directo con el Altísimo, hasta el punto de que llegó a tener una manifestación externa: «su rostro se había vuelto radiante porque había hablado con el Señor» (Ex 34,29).

Moisés murió sin que nadie más que Dios estuviera presente; «Él mismo lo enterró en el Valle […] y nadie, hasta el día de hoy, conoce el lugar donde fue enterrado» (Dt 34,6).

Elías, por su parte, no es una figura tan familiar para nuestra cultura, pero sí, y mucho para la del Maestro. Por eso se lo menciona en esta circunstancia.

Su historia aparece en los libros 1 y 2 de Reyes de las Sagradas Escrituras. Se lo considera el símbolo de los profetas de Dios, quien realizó muchos signos trascendentales mediante él.

Tan relevante llegó a ser que otro profeta anunció que él volvería «antes que llegue el Día del Señor» (Mal 3,23). Y esa señal, como una manera de afirmar que llegaron los tiempos mesiánicos, dice Jesús que se ha cumplido en la persona del Bautista: «él es aquel Elías que debe volver» (Mt 11,14). Porque en una ocasión él envía un mensaje al rey y éste para saber quién era el emisor pregunta a los emisarios cómo era esa persona, su respuesta fue: «Era un hombre con un manto de piel y con un cinturón de cuero ajustado a la cintura» (2 Rey 1,8). Y otro texto lo describe así: «su palabra quemaba como una antorcha» (Ecli 48,1). Con esas mismas características se recuerda a Juan.

Elías, como una forma de resaltar su especial cercanía con Dios, no murió como los demás, sino que ascendió al cielo en un carro de fuego (2 Re 2,11).

¿Qué quiere transmitirle Lucas a sus lectores con este relato?

Al parecer, lo primero que destaca es que Jesús, su Maestro, no era menos que los más grandes personajes de la historia de amor de Dios y su nación, de hecho, él “brilla” más: ya que es el único que se transfigura en ese momento.

Otro dato importante es que, por lo que ya hemos dicho, Moisés representa la Ley, mientras que Elías a los profetas, que es una forma como ellos llamaban a la Biblia de su tiempo (Mt 5,17; Mt 7,12; Mt 22,40; Lc 16,16), por lo que estaría diciendo que la Escritura respalda y avala lo que Jesús ha hecho. Más aún, la voz del cielo indica que, la palabra que habían oído hasta entonces es muy importante, pero en caso de dudas está la suya, por lo que ordena: «escúchenlo».


Y, por último, el tema de conversación de los tres era «la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén», como para enseñarle a su comunidad que lo que iba a suceder (y que ya había sucedido en el tiempo que redacta el evangelio) estaba previsto que ocurriera de esa manera, para fortalecer la fe frente al escándalo de la cruz. Porque, aunque sus enemigos parecían prevalecer, «Dios estaba con Él» (Hch 10,38).

Así Lucas busca reafirmar las convicciones de sus lectores, ayudándoles a descubrir que la resurrección es una revelación, que da respuesta a la pregunta que siguió a Jesús durante su vida: «¿Quién es éste...?» (Mt 8,27). La contestación la dan las palabras que se escuchan en la cima de la Montaña: él es «mi Hijo, el Elegido».

De las acciones que cada uno asuma como reacción a estas reveladoras palabras depende la condición de creyentes.

 

Señor, que tu transfiguración gloriosa nos ayude a fortalecer nuestra, a menudo, débil fe. Que sepamos, a la vez, como respuesta, transfigurar nuestras miserias egoístas e indiferentes de los demás, en amor activo como el que nos enseñaste a tener por los otros, asemejándonos a la manera como tú, el Elegido, nos has amado. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, reconocer los poderosos signos que el Señor permanentemente nos da para fortalecernos en la fe,

Miguel.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Tentaciones, tentados

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

9 de Marzo de 2025                                                  

Domingo de la Primera Semana de Cuaresma

 

Lecturas de la Misa:

Deuteronomio 26, 1-2. 4-10 / Salmo 90, 1-2. 10-15 En el peligro, Señor, estás conmigo / Romanos 10, 5-13

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     4, 1-13


    Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan».
    Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá». Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto».
    Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
    Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra».
    Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios».
    Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

De parte del Señor, quien inspiró a otras personas de fe para transmitírnoslo, sabemos que, como «está escrito» (Ev) para cada uno de nosotros, «la palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón» (2L), de tal manera que se ha hecho parte de nuestra vida y, por ello, le creemos. Por medio de ella, conocimos su amor: «estaré con él en el peligro» (Sal). Por eso, cada vez que estuvimos en dificultad, con mucha confianza «pedimos auxilio al Señor, y Él escuchó nuestra voz» (1L). Grande es nuestro Dios.

¿Cuáles son?

Lucas relata este episodio de tal manera que pueda ayudar a su comunidad y nos sirve también a nosotros para enfrentar las inevitables e innumerables tentaciones que la vida conlleva.

Sin embargo, constatamos que la cultura popular ha banalizado el concepto hasta reducirlo a un tema sexual. Y muchos de nosotros nos hemos convencido de lo mismo, lo que nos desorienta al respecto.

Partamos por notar que quien tienta es el llamado Diablo, al cual se le llama genéricamente en esta ocasión como «el demonio». La etimología de esa palabra nos ayuda a comprender el origen de estas caídas: este es el que separa/aleja o divide.

En el caso del relato de hoy, por ejemplo, ese personaje maligno intenta hacer caer en contradicción a Jesús. ¿Cómo lo hace? Apelando a su sentimiento y vocación de hijo de Dios, amante de su Palabra, llegando a utilizar esta misma para intentar torcer su camino y separarlo de Él.

Resaltando, además que no serían las únicas, sino que, también a él, las tentaciones le seguirían toda su vida: «el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno».

Por supuesto que cuando traicionamos a nuestra pareja hemos caído en una tentación, porque esta acción nos aleja de nuestro sentimiento de fidelidad y respeto por esa persona; también lo es, en la línea del entendimiento vulgar, cuando permitimos que alguien exacerbe nuestros apetitos sexuales (y los otros...) distanciándonos del respeto que nos debemos a nosotros mismos y a nuestra libertad.

Pero, en lo que nosotros, los que nos atrevemos a llamarnos cristianos, podríamos entender que serían tentaciones serían las que nos inciten a darle la espalda a las enseñanzas de Cristo.

En concreto:

Tengamos presente que lo abominable para quien es nuestro Guía de vida es, ante todo, la hipocresía religiosa (Mt 23) y el descuido de los más débiles de la sociedad (Mc 3,4-6; Mt 25,41-44).

Sumado a eso, recordemos las enseñanzas de nuestro Maestro, acerca de su deseo de que sepamos amar sin condiciones (Lc 10,27-37), y muy especialmente, que este amor se manifieste de manera concreta en servicio a los demás (Mt 20,26).

Entonces, dividir nuestra fidelidad a él con acciones, que habitualmente nos asechan, que contradicen su pedagogía, nos haría caer en esas serias tentaciones.

Resumiendo lo que Lucas parece querer que aprenda su comunidad y lo que nosotros tenemos la oportunidad de rescatar de este texto, podría ser lo siguiente:

1) Como todos sabemos, en la vida sufriremos distintos tipos de tentaciones, las que buscarán separarnos de los caminos de Vida eterna que tenemos inscritos en nuestro corazón, porque cuando Dios nos creó lo hizo bien (Gn 1,31);


2) Si somos seguidores del Maestro de Nazaret, son sus criterios y no los de la cultura popular los que deben guiarnos para determinar qué vías que se nos presentan son para desviarnos de sus enseñanzas y cuáles no (Jn 8,12);

3) En este caso Jesús tentado, como en todos los otros aspectos de nuestra existencia, nos sirve para descubrirlo como un compañero de ruta hacia los brazos amorosos del Padre Bueno (Sal 16,7-9).

 

Somos débiles, por eso recurrimos a tu fortaleza, Señor, solicitándote que aumentes nuestra fe, nuestra fortaleza y nuestra fidelidad a tus enseñanzas, de tal manera de que no nos venzan las tentaciones, sino que sepamos vencerlas de la manera que aprendemos de ti. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber discernir cuando estamos frente a una tentación que nos aleje del cariño de Dios, para enfrentarla coherentemente,

Miguel.

Un relato de búsqueda de la vida y la felicidad

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 6 de Abril de 2025                                ...