miércoles, 5 de noviembre de 2025

Ligados al Dios Amor

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

9 de Noviembre de 2025                                              

Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

 

Lecturas de la Misa:

2 Macabeos 6, 1; 7, 1-2. 9-14 / Salmo 16, 1. 5-6. 8. 15 ¡Señor, al despertar me saciaré de tu presencia! / II Tesalonicenses 2, 16—3, 5

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     20, 27-38


Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: "Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?». Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

La Buena noticia para este día es que nuestro Dios «nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza» (2L), la cual es que «son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección» (Ev). Pudiendo decir, entonces, con confianza: «Él está a mi lado, nunca vacilaré» (Sal). Y, en medio de las dificultades, afirmar «Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él» (1L). Gracias, Señor.

Amando sus templos vivientes.

En nuestro tiempo todas las religiones, incluso las que parecen tener más fieles, están en crisis. Pero, a la vez, notamos que surgen y se expanden con fuerza, muy masivamente, distintas espiritualidades, de inspiración religiosa o no.

Probablemente esto se deba a que, en la concepción general las religiones se ven como proclamadoras y guardianas de mandamientos, normas y leyes rígidas que pretenden guiar la vida de los demás, pero, lamentablemente, sin demasiada vivencia de bondad ni de coherencia.

Para meditar eso tengamos presente que la palabra religión, significa ligarse (unirse) fuertemente a Dios. Y el Dios que nos presentó Jesús, que es el que nos importa a los cristianos, es uno muy preocupado y ocupado de lo humano: «Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él?» (Sal 144,3).

Recordemos, a la vez, que el pueblo del que provenía el Maestro entendía que para lograr esa comunión con el Señor, para saber cómo relacionarse con quien era tan importante para ellos, y con los demás, debía cumplir los mandamientos que Él señaló a su líder Moisés. Sin embargo, con el paso del tiempo fueron explicando aquellos primeros diez preceptos, ampliándolos reiteradas veces hasta llegar a constituir una amplia y detallista legislación con más de 600 normas, del tipo de la que se nos recuerda en este texto: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: "Si alguien está casado y muere sin tener hijos..."» complicando lo que quería ser una ayuda del Señor para que hubiese una mejor humanidad.

Jesús, quien no vino a cambiar ninguno de esos mandamientos, sino a darles la plenitud que estaba en el corazón de Dios cuando los promulgó (Mt 5,17), sintetiza todo este largo reglamento en sólo dos: el amor a Dios y el amor al prójimo (Mt 22,37-40). Así, podemos comprender que, en su visión, la ligazón con Dios se da amándolo, pero como Él está fuera de nuestro alcance, la forma correcta es amarlo en los demás, de una manera real y eficaz, como hizo el mismo Maestro (Hch 10,38).

Lo anterior, como respuesta adecuada al amor que Él tiene por nosotros en primer lugar (1 Jn 4,19). Y esto, entendiendo que como nuestro Dios es Perfecto y Eterno, su amor no puede agotarse con nuestra muerte, por eso «no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».

Este día se nos invita a celebrar la Dedicación de la Basílica de Letrán, esto es conmemorar uno de los primeros lugares reservados para Dios, por parte del cristianismo, un templo construido alrededor de los años 320 D.C., una vez terminada la persecución romana. Esta basílica, además, tiene importancia para los católicos, porque es la sede del obispo de Roma, el Papa.

Pues bien, los judíos del tiempo de Jesús creían que para conseguir esa ligazón con Dios de la que hablábamos, era necesario ir al templo porque allí habitaba Su Gloria (Ez 43,4). Allí se podía “tocar” a Dios. Pero Jesús replica que si de verdad queremos encontrarnos con el Padre celestial debemos acudir al templo de su cuerpo (Jn 2,21). Es decir, a su vida, con sus criterios y modos de comportarse.


Al respecto es muy adecuado recordar que, en su criterio, llegaría un tiempo en que no se alabaría a Dios en construcciones humanas (Jn 4,21-24). Más claro, aún: que el templo más sagrado y más preciado para Él es la persona humana (Mc 2,27). Y para más detalles y certezas, nos indicó que Él, Dios Hijo, vive privilegiadamente en los que más sufren de entre nosotros (Mt 25,34ss).

Sus discípulos, nosotros y nosotras hoy, debiésemos recordar que el templo no es un edificio de piedra sino la vida del Dios Vivo, «de vivientes», en medio del mundo; y que el culto que a Dios le agrada para ese templo (1 Cor 6,19) es la relación misericordiosa, el amor, de unos por otros (Mt 10,13; Os 6,6).

 

Que no olvidemos nunca, Señor, que te podemos encontrar en los templos construidos por nuestras manos humanas, pero que tú habitas con mayor alegría en esos templos de carne y hueso que somos nosotros y muy especialmente nuestros hermanos más necesitados. Y que actuemos en consecuencia ante esta realidad. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer el aprendizaje necesario de adorar a Dios en espíritu y en verdad, en sus templos más sagrados, nuestros hermanos,

Miguel.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Vivir como si fuéramos mortales

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

2 de Noviembre de 2025                                              

Conmemoración de todos los fieles difuntos

 

Lecturas de la Misa:

Apocalipsis 21, 1-7 / Salmo 26, 1. 4. 7-9 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación / I Corintios 15, 20-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     24, 1-8


    El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
    Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día". Y las mujeres recordaron sus palabras.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Confiada y esperanzadamente decimos: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (Sal), ¿a la muerte temeremos? porque no hay nada más terrorífico que aquella… sin embargo, sabemos que «la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección» (2L). Ese hombre había dicho: «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día» (Ev). Y lo logró: venció a la muerte para siempre, de tal manera que se nos anuncia que «el mismo Dios estará con ellos. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (1L). Gracias, Señor.

Gozando la vida plenamente.

Últimamente ha provocado estupor una ola de suicidios que se dio (o se sigue dando, no sabemos) por personas lanzándose al paso del ferrocarril metropolitano. Nos parece una coincidencia impactante, pero los estudiosos de este tipo de problemas sociales señalan que es habitual el aumento al inicio de la primavera, debido a que la personas en depresión -que es una situación mucho más profunda que alguien tristón, que “no quiere tirar para arriba”; es una enfermedad de la siquis- ven un contraste violento entre sus sentimientos oscuros y los colores y la alegría que conlleva esta estación. Más de la mitad de quienes llevan a cabo esta acción tiene entre 18 y 30 años.

El motivo, como se dijo, suele ser una depresión no bien tratada, pero los gatillantes de esta conducta son muchos. Predomina fuertemente estar imbuidos en una sociedad con un estilo de vida acelerado, sumada a la excesiva importancia dada a la búsqueda de mejor status social, lo que va asociado a dilapidar el tiempo en actividades que den beneficios económicos. ¿Y los otros aspectos que racionalmente sabemos que son importantes? Ya habrá tiempo para eso. Pero ¿podemos estar seguros de que efectivamente habrá?

Por otro lado, todos conocemos a personas que alguna vez han lamentado no haber solucionado las cosas con alguien que ya partió. A veces podemos haberlo dicho nosotros mismos. ¿Por qué ocurre esta situación? En breve, porque siempre pospusieron esa acción para otro momento, suponiendo que habría más ocasiones.

Cuando pensamos en la conmemoración de este día o en la situación de los difuntos en general nunca recordamos un hecho fundamental: inevitablemente todos iremos a donde fueron ellos.

El lugar es un tema que ya no está presente en las conversaciones cotidianas como sucedía hace unas décadas. Más bien se hacen chistes acerca de quienes se van "para arriba" o "para abajo", dependiendo de criterios particulares.

No existe conciencia respecto a algo que nos concierne a absolutamente todos y con una inevitabilidad imposible de evadir, por toda la eternidad.

Pero, considerando la situación desde un punto de vista constructivo, lo que debiese ser una característica permanente de quienes se digan cristianos, sería muy bueno tener presente que, previo a esto, hay que vivir y eso sería bueno realizarlo de la forma más plena posible. Sobre todo, sabiendo con certeza absoluta que no podemos prever cuándo será nuestro último momento en esta tierra.

Por eso, es totalmente vital (literalmente) que tratemos de tener conciencia que ese abrazo que dimos (o no), esa sonrisa que dimos (o no), esa ternura que prodigamos (o no)... podría llegar a ser la última interrelación con la otra persona.

¡Qué diferente sería todo si viviéramos como si fuésemos mortales!, porque, claro, lo somos y lo sabemos, pero pasamos por nuestra vida como si no tuviésemos fecha de expiración. Es decir, haciendo nuestras cosas dándonos cuenta, de vez en cuando (también sería patológico que sea una preocupación permanente) que podríamos estar efectuándolo por última vez. En esa situación, ¡qué intensos serían nuestros abrazos! Prodigaríamos con más generosidad y frecuencia nuestras sonrisas y gestos de ternura. Leeríamos con más pasión una obra literaria, cocinaríamos más veces y con más alegría los platos más exquisitos, la música y todas las artes estarían mucho más presentes en nuestra vida… porque no sabríamos (no sabemos) si tendríamos otra ocasión de disfrutar todo lo anterior.


Y los cristianos dejaríamos de buscar «entre los muertos al que está vivo»: al Dios de la Vida (Mt 22,32) una vida plena (Jn 10,10), con ceremonias tristes o conmemoraciones como la de todos los difuntos que dan la impresión de que no creyésemos realmente en la resurrección. Y en la vida cotidiana, producto de nuestra fe en ese Dios Vital, que inyecta vida buena a nuestras existencias, saber apreciar mejor este regalo divino, disfrutarla a concho y contagiar alegría, construyendo espacios de plenitud y dignidad para ayudar a que más hermanos encuentren ese sabor dulce y nutritivo de descubrir y vivir lo mejor de lo humano, con perspectiva de resurrección, de eternidad, abrazados al Dios fuente del amor (1 Jn 4,8).

 

No sabemos qué hacer por nuestros queridos difuntos después que parten. Por eso te los confiamos Padre Bueno. Y te pedimos que nos des la sabiduría para vivir esta vida que nos das sin preocupaciones que empañen la paz, el amor y la alegría que pusiste en nuestro corazón para que fuéramos felices en tu maravillosa Creación. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender a disfrutar cada día del regalo maravilloso de estar vivos,

Miguel.

miércoles, 22 de octubre de 2025

El buen ejemplo del malo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

26 de Octubre de 2025                                              

Domingo de la Trigésima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Eclesiástico 35, 12-14. 16-18 / Salmo 33, 2-3. 17-19. 23 El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó / II Timoteo 4, 6-8. 16-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     18, 9-14


    Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
    Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas».
    En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»
    Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Ya el antiguo libro del Eclesiástico hacía notar que Dios está del lado del pobre, indicando que Él «escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja» (1L). Jesús hoy señala que su Padre se siente más cercano a los que se reconocen humildemente pecadores (Ev). Pablo, por su lado, recuerda que: «el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas», ya en el final de su vida, y esto debido a que la dedicó a servir a los demás (2L). Podemos afirmar con certeza, entonces, que siempre «el Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos» (Sal). No nos perdamos esa gracia.

Las apariencias son secundarias.

Los fariseos eran el grupo más religioso y más fiel a los muchos mandamientos que tenía su religión. Tan estrictos eran en su cumplimiento que hacían mucho más de lo que la Ley exigía, para estar seguros de que no fuera a faltarles algo. Un ejemplo: la norma era pagar el diezmo de «lo que produce la tierra –tanto los campos sembrados como los árboles frutales-» (Lev 27,30). Los fariseos, para mostrarse más cumplidores, optaron por aplicarle este requisito incluso a las plantas más pequeñas del jardín, incluidas la menta, el hinojo y el comino (Mt 23,23).
Los publicanos, por su parte, eran judíos que se dedicaban a cobrar los impuestos que los romanos exigían. Eran considerados pecadores públicos por dos razones: primero, porque colaboraban con el imperio, pero ningún hebreo podía reconocer otra autoridad que no fuera la de Dios; y, segundo, porque obtenían sus ganancias de acuerdo a lo que cobraban por sobre lo establecido y ese monto lo fijaban arbitrariamente. No eran personas consideradas justas.
El evangelista comienza dejando muy claro hacia quienes irá dirigida la parábola: «refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás». Para eso la contraposición de personajes es absolutamente intencional por parte de Jesús. Como en el caso del buen samaritano, tiene la intención de sacudir a sus oyentes, haciendo el contraste entre el despreciable pecador que asume su indignidad, frente a aquellos que se vanagloriaban en el cumplimiento de la Ley y creían que con eso tenían asegurado el favor de Dios, por eso miraban en menos a otros.
El mensaje da vuelta radicalmente la comprensión de la religiosidad en cualquier época: el "bueno", el "santo" es rechazado por Dios, mientras que el "malo", claramente pecador, es aceptado. Esto será siempre un escándalo para los piadosos. 

Por cierto, el fariseo no es rechazado por cumplir la Ley, sino a pesar de ese cumplimiento tan estricto. Es rechazado por su actitud: creerse bueno; despreciar a los demás porque no hacen tanto como él; y suponer que Dios le debe algo por lo que hace.
Por su lado, tampoco el publicano es aceptado por obrar mal, sino por su actitud ante el Señor: reconoce su pecado; pide perdón; confía en que hay un Dios que tiene compasión.

Es que cuando no descubrimos lo que tenemos de malo y, por esa corta vista, nos creemos por encima de los demás, nos hacemos un daño terrible en el alma. En cambio, cuando somos capaces de descubrir lo malo en nosotros mismos, nos encontramos en mejores condiciones para adoptar la sana postura del publicano que le dio tanta riqueza a su espíritu: «volvió a su casa justificado».
Entonces, como sabemos, las buenas obras son necesarias para mostrar la fe que decimos tener
(Stg 2,18), pero, aunque éstas sean muchas. no sirven de nada, a los ojos de Dios, si conllevan una actitud de


soberbia, haciéndonos creer que somos mejores (superiores) que los demás. Y, como segunda conclusión, nos sirve aprender del "malo" a reconocernos pequeños ante Dios todopoderoso, pero, a la vez, sentirnos esperanzados al saber que Él es también todomisericordioso.

Lo que podemos entender que enseña Jesús es que quien lo sigue no es el “perfecto” (porque no lo necesita), sino el que busca un Dios que le ame sin merecerlo, porque es vital para él que así sea. 

En otra prédica provocadora, él dirá «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios» (Mt 21,31). Para comprender bien estas palabras necesitamos entender que esa preeminencia no se da por ser pecadores, sino por saber reconocerlo humildemente y no despreciar a nadie. 

Por lo tanto, sepamos que es muy sano y sanador sentirse pecador -asumir honestamente esta verdad-, dando gracias a Dios, no por serlo, sino por poder acceder a este Señor de la Misericordia generosa y activa para nosotros (Lc 5,31-32). Y que nuestra respuesta a tan grandioso don de su parte, consista en que seamos misericordiosos a nuestra vez con nuestros hermanos de miserias (Lc 6,36), con la certeza de que no somos, de ninguna manera, superiores a ellos.


Que sepamos, Señor, no buscar ser perfectos cumplidores, sino humildes servidores tuyos y de los demás, haciendo de esta manera parte de nuestra vida y nuestro actuar tus mandamientos-invitaciones a una forma de relacionarnos más plenamente humana. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, parecernos mucho más al publicano, en su honesta humildad, intentando vencer la tentación de la soberbia que nos asemeja al fariseo,

Miguel.

miércoles, 15 de octubre de 2025

Invitación a confiar en el Padre Bueno

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

19 de Octubre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Novena Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 17, 8-13 / Salmo 120, 1-8 Nuestra ayuda está en el nombre del Señor / II Timoteo 3, 14—4, 2

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     18, 1-8

 


  Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
    «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
    Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
    Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
    Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

La batalla ganada por Josué (1L) y el relato de la viuda maltratada por el adversario y por quien debía protegerla (Ev), son signos que se nos dan para que aprendamos a confiar en que «el Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida» (Sal); son ejemplos para los cristianos, de que quien «insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable» (2L) con constancia y sin desanimarse logrará la justicia del Reino.

Y orar para crecer en esta actitud.

Últimamente han estado saliendo a la luz evidencias de algo que sospechábamos, pero no se había probado: existen, en nuestro país, jueces que se venden, dando como resultado una justicia injusta que beneficia a quien tiene más dinero y, que, por lo tanto, perjudica a los más sencillos.

Como podemos notar, según el relato de este día, esto tampoco es una novedad en la historia: en tiempos de Jesús también existían jueces abusivos, como este «que no temía a Dios ni le importaban los hombres».

El maestro nota y hace notar esto, porque observa atentamente que vive en una sociedad que no es la que él sueña, porque no es según la voluntad de su Padre, o el Reino de Dios, al cual ha dedicado su misión a promover y anunciar. Y eso le duele.

Teniendo en cuenta lo anterior, es importante no malinterpretar este texto suponiendo que tenemos que relacionarnos con el Señor como lo haríamos con un juez corrupto, buscando sobornarlo o intentando presionarlo.

Veamos: en la Biblia las viudas son, junto con los huérfanos, las personas más desamparados. El problema de la de esta historia es que, como es pobre, no ha podido hacer ningún regalo al juez para comprar su favor. Por lo tanto, sólo puede mendigar equidad: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario».

Está en absoluta desventaja, como nosotros frente al Señor. Pero, ¡por Dios! Él no se asemeja en nada a ningún personaje torcido.

Y, si nos damos cuenta, tampoco el objetivo parece ser enseñar a orar, sino que más bien es una parábola para aprender a confiar, con la certeza de que Dios nunca falla.

Porque, conociendo a Jesús y a nuestro Padre del Cielo, sabemos que Él no necesita, como el juez, que le hagamos ver reiteradamente lo que necesitamos. Ni cohecharlo con sacrificios y mandas. Esto, debido a que Él es bueno y no es ciego ni sordo. Por lo tanto, la invitación de Jesús es a poner nuestra confianza en su amorosa bondad: «¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar?».

Tengamos presente, también, que Jesús les anunciaba a sus discípulos, repetidamente, que iban a sufrir expulsiones de la comunidad, que serían perseguidos como él mismo. Pero, hoy, por ejemplo, quiere que sepan que en esas circunstancias su vida no dependerá de un juez inicuo. Así se entiende que manifieste esto como bendición: «Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les


pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron» (Mt 5,10-12).

Para ellos, para nosotros, para todos, el desafío es saber «orar siempre sin desanimarse», lo que no significa ser insistentes, sino animados por la confianza en que Dios es un Padre Bueno.

Surge adecuado preguntarse: «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?». Es decir, ¿encontrará este tipo de fe confiada?. Hoy, aquí, en tu vida, en tu comunidad, ¿existe este tipo de fe?

 

Perdónanos, Señor, por no terminar nunca de confiar plenamente en que eres más Justo que cualquier juez, más Bueno que cualquier padre y más misericordioso que lo que nadie puede ser. Gracias por mantenerte fiel a ti mismo, pese a nuestra debilidad. Sigue guiándonos por lo caminos de la coherencia de nuestra fe con nuestro actuar. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, intentar, cada vez más y cada vez mejor, ser confiados en quien ha dado muestras de confiabilidad siempre: el Buen Padre Dios,

Miguel.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Aprendiendo a ser agradecidos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

12 de Octubre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Octava Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

II Reyes 5, 10. 14-17 / Salmo 97, 1-4 El Señor manifestó su victoria / II Timoteo 2, 8-13

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     17, 11-19


    Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
    Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados.
    Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
    Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

***.

Purificados del egoísmo.

En la Biblia, la lepra es a menudo un símbolo del mal que desfigura internamente, como lo hace por fuera la enfermedad. Quedémonos con esa imagen para tratar de comprender lo que produce para Dios el pecado en nosotros y del que quiere sanarnos siempre.

Teniendo eso como trasfondo, veamos qué hace Jesús, cuando se le presenta, no uno, sino un grupo completo de personas impuras, dañadas. Lo que hace cualquiera es alejarse o exigirles que no se acerquen. Lo que hace un hijo de Dios es empatizar y actuar sobre esto.

Pero ahora y, como algo que tendría relación directa con nuestras actitudes, que somos cristianos del presente, preguntémonos: ¿cómo actuamos con los “leprosos”? ¿cómo es nuetra “lepra”? ¿qué aprendemos de este evangelio?

Alguien imaginaba, literariamente, que este leproso que, una vez sanado, siente que debe agradecer a quien propició su mejoría, posteriormente se reintegró a su comunidad y, mostrando qué significó este evento, vivió siendo compasivo, tratando con ternura a todos sus hermanos de humanidad, tal como aprendió del gesto del Maestro que no hizo discriminaciones con el grupo de leprosos y los purificó a todos, incluyéndolo, pese a que «era un samaritano», es decir, un hereje y un enemigo de otro pueblo para los judíos.

En el relato este autor dice que, con el paso del tiempo, en esa misma ruta entre Samaria y Jerusalén “se encontró al borde del camino con un hombre que había sido atacado por unos bandoleros que lo ‘desnudaron, lo cubrieron de golpes y lo dejaron medio muerto’.

No sabía que poco antes habían pasado por allí mismo un sacerdote y un levita, que vieron también al herido y pasaron de largo. También él tuvo la tentación de hacer lo mismo: tenía que arreglar sus asuntos en Jerusalén, y atender a ese herido le iba a hacer perder mucho tiempo. Pero se acordó del día en que él mismo había estado herido por la lepra al borde del camino y había gritado: ‘Ten compasión’, y en que aquel hombre maravilloso le había dicho: ‘Levántate, vete. Tu fe te ha salvado’.

Miró a los ojos angustiados de aquel hombre herido y se acordó de su propia angustia: ‘Lo vio y se compadeció’. La compasión que había recibido de Jesús era la misma compasión que él ahora tenía que dar. Y su agradecimiento se convirtió en compasión y ayuda al que le necesitaba, como él mismo lo había precisado años antes”. (Pedro Olalde, feadulta.com)

Así, este hombre de quien «Jesús, Maestro» tuvo compasión, mostró, según esta bella fabulación, cómo es que salva la fe: «alabando a Dios en voz alta y (…) dándole gracias», pero con gestos concretos hacia los demás, convirtiéndose en el Buen Samaritano de otra parábola del Señor (Lc 10,25-37).


Lucas parece necesitar que la comunidad lectora de su evangelio reflexionase y comprendiese que es normal, que es lo que suele suceder -aunque no debiese hacer así un discípulo de Jesús-, el que las personas pidan cosas al Señor fácilmente, pero no suelan ser agradecidos. Y, en segundo término, que, si se logra ese sentido de agradecimiento, que éste se manifieste de formas concretas, que no sean sólo palabras, sino que sirva a los otros hijos de Dios, sus hermanos.

Para resaltar todo lo anterior, en este relato el evangelista cuenta que diez personas fueron sanadas, pero sólo una se ha salvado: aquel que mostró lo mejor de sí, corrigiendo esa desfiguración del alma, que es el pecado, entendido éste como el distanciamiento de la propia conducta de los caminos humanizadores de Dios.

 

También necesitamos rogar, Señor: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!», porque también tenemos un alma leprosa, que nos impulsa a no hacer el bien que queremos, sino el mal que no queremos (Rom 7,19). Ayúdanos a limpiarnos del egoísmo y la comodidad que afean tanto nuestro interior y no nos permite brillar como hijos del Buen Padre Dios. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ser agradecidos de todo lo que Dios hace por nosotros, siendo cariñosos y generosos con sus demás hijos, nuestros hermanos,

Miguel.

miércoles, 1 de octubre de 2025

Dos formas de amar

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

5 de Octubre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Séptima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4 / Salmo 94, 1-2. 6-9 ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor! / II Timoteo 1, 6-8. 13-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     17, 3-10


    Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».
    Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería.
    Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después?" ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
    Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Quien quiera ser seguidor/a de Jesús, el cual -recordémoslo- está entre nosotros como el que sirve (Lc 22,27), en este mundo en que nos toca vivir, donde no se ve «más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia» (1L), debe aportar la diferencia, que se manifiesta en el espíritu de reconciliación y de servicio (Ev), para contribuir a la paz y la fraternidad, aunque cueste, contando con que «el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad» (2L). Por lo tanto, «ojalá hoy escuchen la voz del Señor» (Sal). Amén.

De una manera que sea útil.

Casi cualquier persona, sea creyente o no, entiende que el contenido central y esencial del cristianismo es el amor.

Nosotros, que le creemos a Jesús, necesitamos darle contenido a este mandamiento suyo (Jn 13,34).

Tal vez este texto nos dé una síntesis precisa de lo que hay que hacer para que ese amor sea concreto y eficaz. Es decir, para no quedarse sólo en buenas intenciones vacías.

Primero, preguntémonos: ¿qué mejor forma de demostrar amor puede haber que ser misericordioso/a con la otra persona?; al punto que, si tu hermano «peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».

Sólo alguien que sabe amar puede hacer algo así.

El Señor mismo es el ejemplo de esto. Recordemos las palabras de Jesús: «Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,16-17). Es decir: porque Dios ama al mundo (a nosotros) envía a su hijo, no para condenar, sino para salvar promoviendo la misericordia.

Más aún, enseña que, entre nosotros, el amor borra los pecados: «sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor» (Lc 7,47).

Más concretamente, y para graficar la importancia de esta manifestación de amor, Jesús la subordina a las propias prácticas religiosas: «Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda (Mt 5,23-24).

La segunda práctica real, eficaz, de amor consiste en manifestarlo sirviendo a los demás, tal como Jesús hizo carne ese amor que nos tenía: «el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,44-45).

Todo esto, recordando que nuestro Maestro y ejemplo de vida, Jesús, se regaló generosa y gratuitamente (Rm 5,10), pese a su condición divina (Flp 2,6), para identificarse con nuestra humanidad (Jn 1,14) y servirla como uno más (Hch 10,38).

Sin embargo, a la vez, recordamos que Jesús había dicho: «Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,15).

Entonces, ¿somos servidores o somos amigos? ¿Habremos entendido mal cuando creimos que, por medio de él, Dios nos invitaba a disfrutar de su cercanía, a compartir su felicidad, a gozarnos de integrarnos a este Dios-comunidad, que es Padre, Hijo y Espíritu de Amor?

Pero si estamos en lo correcto, ¿por qué, entonces, la enseñanza de hoy es: «cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"»?

Podríamos entender que se debería a que, si el mandamiento más grande y más importante es amar a Dios por sobre todo (Mt 22,36-38) y el amor, si es auténtico, es completamente gratuito -es decir, que no lleva la


cuenta de lo hecho por la persona amiga-, corresponde que sintamos como una "obligación" privilegiada poder servirlo, sirviendo a sus hijos, nuestros hermanos, porque, pese a que somos hijos e hijas amados en su Hijo (Ef 1,5), también debiésemos despojarnos de esa alta dignidad para servir a los demás.

Sólo alguien que sabe amar puede hacer algo así.

Concluyamos, entonces, que, si somos cristianos, somos gente que sabe amar. Y el amor no es algo abstracto, sino que se manifiesta en acciones concretas, entre las que se destacan, porque la humanidad lo necesita, perdonar y servir.

 

Te pedimos, Señor, al igual que tus primeros discípulos, que nos aumentes la fe. De tal manera que sepamos crecer en coherencia, para que intentemos vivir tu gran mandamiento de amar de forma concreta y eficaz, porque el amor, como la fe, si no tiene obras, está muerto. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, servir más y perdonar más, como formas concretas de vivir el mandamiento fundamental del amor,

Miguel.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Los graves riesgos de la excesiva búsqueda de bienestar material

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

28 de Septiembre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Sexta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 6, 1. 4-7 / Salmo 145, 7-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / I Timoteo 6, 11-16

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     16, 19-31


    Jesús dijo a los fariseos:
    Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
    El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
    En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
    El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».
    Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
    Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

El discípulo del Reino de Dios es llamado a mantenerse «sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (2L), momento en que se decidirá que los que «beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina» de sus hermanos (1L), recibirán «el tormento» debido a su actitud indiferente, lo contrario ocurre con el que padeció males, quien encontrará consuelo en su regazo (Ev), porque «El Señor ama a los justos» (Sal), los que se compadecen, los que no dejan de ver y hacer algo por quienes padecen a su alrededor.

Antes de que sea tarde para nuestra felicidad actual y eterna.

Esto ha ocurrido siempre. Hay y ha habido siempre grandes fortunas, gentes que gastan de un modo escandaloso... y a la vez pobres que no tienen nada o, al menos, no lo necesario para vivir de manera humanamente digna…

Existen muchas desigualdades, injusticias... gente demasiado rica frente a gente demasiado pobre. Jesús parece querer que no nos habituemos a esta situación, por nuestro propio bien.

Como recordábamos recientemente, tenemos la sentencia bíblica que afirma, sobre el amor al dinero: «la avaricia es la raíz de todos los males» (1 Tim 6,10).

Por eso el Maestro puede decir cosas terribles para nuestros oídos aún hoy, como pedirle a alguien con muchos recursos que quería ser seguidor suyo: «ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; después, ven y sígueme». Lo que, naturalmente, enfría todo su entusiasmo (Mc 10,21-22).

O la reflexión posterior a esto: «¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». El asombro de sus discípulos es semejante al nuestro: «se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”» (Mc 10,24-27). Es decir que la salvación-liberación-felicidad no la construimos con nuestras cosas valiosas, que son sólo pobres medios, sino de la mano de lo que el Buen Padre Dios nos indica y enseña por medio de su Hijo.

Aunque difícilmente reconozcamos de nuestra parte tener ese “amor”, nuestro apego a obtener bienes materiales es fuerte, y esto provoca que bloqueemos nuestra natural sensibilidad, pudiendo evitar ver al que sufre carencias de manera tan evidente.

El rico de esta parábola puso toda su confianza en el dinero: su acumulación, el placer que puede comprar, el disfrute sin freno, el consumo, el sacar provecho.

Mientras justo al lado alguien carece de todo, anhelando recibir, al menos, las migajas que cayesen de la mesa del banquete del insensible...

Tras la muerte de ambos, se invierten los papeles: el pobre accede a la felicidad eterna y el rico al suplicio.

Pero no se trata, como se ha hecho creer convenientemente por los abusadores de toda la historia, e que los pobres tienen que aguantar estoicamente, para recibir consuelo en la otra vida. Ante esto está la recordada exclamación del Papa Juan Pablo II (a quien nadie podría acusar de “comunista”): “¡Los pobres no pueden esperar!”, porque no es justo, no es humano y no es sano. Es decir, no es cristiano.

Porque, por decir cosas como estas, muchos en la Iglesia, y por parte de gente perteneciente a esta misma, son catalogados como “comunistas” o “rojos”, olvidando que quien nos enseñó esto no fue Marx, sino Jesús.

Todo lo anterior, además, trae consigo una advertencia delicada a quienes tuercen estas enseñanzas y justifican las riquezas o buscan suavizar estas palabras para no perder los aportes que puedan hacer los hermanos con más recursos económicos.

Y, claro, como la mayoría de quienes leemos esto no somos millonarios, nos tranquilizamos pensando que esto es un mal condenable de otros. Pero en la forma también podemos caer nosotros.


Sin ir muy lejos, y en una aplicación muy práctica y actual de esta enseñanza, las noticias nos muestran niños muriendo de hambre provocada por un gobierno bélico en Gaza y nuestra respuesta, como la de gran parte de la humanidad, es la inhumana indiferencia.

La conclusión sería que el Maestro advierte contra la riqueza como peligrosa para el alma, ya que lleva en sí misma dos riesgos trágicos: el de cerrar el corazón a Dios, contentándose con la felicidad de esta vida y olvidando la otra, que es el encuentro definitivo con el Amor. El otro peligro es llegar a cerrar el corazón a los demás, dejando de ver al pobre, al hermano, hijo del mismo Padre Dios, tendido junto a nuestra puerta.

Y esto, pese a que se lo señale el que resucitó «de entre los muertos», en quien supuestamente creemos.

 

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos y hermanas que viven y mueren en la pobreza y el hambre. Enséñanos a darles, en unión con otros, su pan de cada día. Que no nos sumemos a la indiferencia que permite que vivan y mueren solos y pobres, sino que seamos parte de su paz y felicidad. Amén.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ver a los pobres y a todos los que, por la forma en que está estructurada nuestra sociedad, padecen permanentemente, para aportar lo propio de los cristianos: compasión y alivio,

Miguel.

Ligados al Dios Amor

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 9 de Noviembre de 2025                          ...