miércoles, 25 de junio de 2025

Volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

29 de Junio de 2025                                                 

San Pedro y San Pablo, apóstoles

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 12, 1-11 / Salmo 33, 2-9 El Señor me libró de todos mis temores / II Timoteo 4, 6-8. 17-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     16, 13-19


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nos guía la confianza en que «el poder de la muerte no prevalecerá» contra la comunidad de quienes aman al Señor (Ev). Alimenta nuestra seguridad el notar que cuando «Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores» (Sal). Por eso, «Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel» confortador y fortalecedor (1L) y creemos también que «el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas» (2L) sin fallar jamás.

Y la de tantos que hicieron esfuerzos honestos por ponerse a disposición del anuncio del Reino.

Hoy les invitamos a ir más allá de la versión dulcificada de la historia de la Iglesia, que sólo habla de la merecida valoración de los mártires y santos, además del aporte de algunos Papas y otros religiosos. Entremos en un análisis un poco más duro, basado en las ciencias sociales.

Cuando el cristianismo pasó de la situación de persecución a la de religión oficial del Imperio más poderoso de su tiempo, el romano, casi 400 años después de Cristo, fue adquiriendo poder político, influencia social y rodeándose de privilegios, lo que, inevitablemente, la fue alejando del Evangelio de la humildad y el servicio. Entonces, cada vez el pueblo la fue viendo más lejos, porque la identificaban al lado de los poderosos y los ricos que abusaban de ellos para conservar sus privilegios. Los de ellos y los de la propia institución Iglesia. Eso lo encontramos en cualquier libro de historia.

Avanzando rápidamente, sabemos que, mucho después, debido a lo mismo, en los siglos XVIII y XIX perdió masivamente a los trabajadores y sus organizaciones. Y con sus permanentes oposiciones al avance científico, el progreso, la evolución del pensamiento, y a los movimientos innovadores del siglo XIX, perdió a los intelectuales.

En el siglo XX y aún más hoy, después de los escándalos conocidos, con su correspondiente pérdida de credibilidad, cada vez más perdió a los hombres y a la juventud, principalmente. Debido a eso, en las celebraciones litúrgicas, participan casi exclusivamente mujeres y, entre estas mayormente avanzadas en edad. En cantidades cada vez menos numerosas.

Pero, ante todo esto, en vez de deprimirnos, debemos recordar que somos la religión de la esperanza. ¿Qué hacemos, qué podemos hacer, para reparar algo de todo esto?

En periodos de crisis, siempre viene bien volver los ojos a los orígenes: ¿cómo partió esto que nos mueve aún hoy, pese a tempestades y cataclismos?

La fiesta de este día, honrando a Pedro y Pablo, a los que alguien bautizó como “las columnas de la Iglesia”, podría servirnos para usarlos de espejo ante la actual situación.

Tengamos presente, al respecto, que ninguno de los dos era perfecto, porque eran humanos como cada uno/a de nosotros/as. Lo que los hace especiales –“santos”, en la consideración católica- es que se pusieron al servicio de lo que Dios quería de ellos, pese a sus debilidades, pero potenciando sus cualidades.

Primera pista, por lo tanto: la proclamación de la Buena Noticia necesita personas que nos atrevamos a hacerlo, buscando vencer nuestras carencias y aprovechando las virtudes que todos tenemos.

Luego, recordemos que Pedro se sentía muy seguro de su cariño y fidelidad al Señor, sin embargo, llegó a negarlo tres veces en un momento decisivo. Y pese a que había sido advertido de que así sucedería.

Pero, el Señor conocía bien su corazón apasionado y honesto, por lo que, le perdona y luego le da la misión de ser el apoyo de sus hermanos de fe (Jn 21,15-17).

Por su parte, Pablo era un furibundo y violento perseguidor de los primeros cristianos. Capaz de recorrer grandes distancias con tal de alcanzar y castigar a estos que consideraba herejes (Hch 26,9-12).

Pero, contra todo pronóstico, el Señor le hace ver que lo que debe hacer es anunciarlo como Mesías resucitado (Hch 26,16), para ser fiel a la Ley de Dios, como él quería hacer de manera errada antes.

Segunda pista, en consecuencia: es necesario confiar siempre en la misericordia del Señor, porque nunca deja de perdonar y de dar más oportunidades para realizar nuestra vocación.

Por último, como sabemos, Simón era un sencillo pescador, sin mayor educación; y Saulo, por el contrario, era un intelectual bien preparado. Completamente distintos uno de otro. En lo que coinciden


es en que ambos, el primero , con su corazón apasionado, dejando de ser el que cuestionaba todo lo que decía el Maestro, para pasar a ser Pedro, la roca de la fe sobre la que se funda la esperanza de la comunidad en momentos difíciles: «sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»; y el segundo con su impulso misionero, convirtiendo al enemigo de Cristo en Pablo (el pequeño), entregado humildemente a proclamar al «Mesías, el Hijo de Dios vivo»; ambos, decíamos, desde sus características distintivas hicieron su aporte para construir el cristianismo que llegó hasta nosotros.

Concluyamos que, para lograr revertir la situación mencionada, pero no tanto para que vaya más gente a nuestras actividades o celebraciones litúrgicas, porque eso es secundario; sino que lo importante sería que más personas conozcan la Buena Noticia del Padre Bueno que nos ama, que es lo importante, ya que es intención del propio Jesús (Jn 17,3). Para eso sería necesario volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo. Y la de tantos que hicieron esfuerzos honestos por ponerse a disposición del anuncio del Reino, según las invitaciones y la inspiración que legó nuestro Señor.

 

Señor: ayúdanos a asemejarnos al cariñoso seguimiento de Pedro y al vehemente impulso de Pablo, junto con la fidelidad de los que te escucharon y te vieron cuando caminaste por nuestros caminos. Todo para acercar la Buena Noticia del inmenso amor de Dios por nosotros, que es algo que tanto necesita conocer nuestra humanidad. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aportar para que disminuya seriamente la necesidad de pan, abrigo y ternura de tantos que lo necesitan,

Miguel.

miércoles, 18 de junio de 2025

El Día del Amor Fraterno

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

22 de Junio de 2025                                                 

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 14, 18-20 / Salmo 109, 1-4 Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec / I Corintios 11, 23-26

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     9, 11-17


    Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.
    Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto».
    Él les respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».
    Porque eran alrededor de cinco mil hombres.
    Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Háganlos sentar en grupos de cincuenta». Y ellos hicieron sentar a todos.
    Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Jesús, que ha sido enviado «de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra» (1L), estaba, por lo mismo, muy conectado a Su Misericordia y Su Amor, por eso todo lo hacía «con esplendor de santidad» (Sal), ocupado de las necesidades concretas de los demás y esperando que, cuando él no estuviese, todos quienes se declaren seguidores suyos «Hagan esto en memoria mía» (2L) lo cual es compartir de manera fraterna el alimento y seguir atendiendo a los necesitados: «Denles de comer ustedes mismos» (Ev).

Jesús alimenta; la comunidad recuerda y trata de imitarlo.

Esta devoción, conocida hasta no hace mucho como Corpus Christi, no proviene del principio de la Iglesia, la festividad se instituye recién el año 1264, como reacción del Papa de la época, entre otras situaciones, a un muy difundido milagro que habría ocurrido cuando un sacerdote con dudas de fe vio a la Hostia consagrada que comenzaba a sangrar.

Ésta se celebra con procesiones y liturgias donde resalta fuertemente la presencia y adoración de las especies de pan y vino consagradas.

Pero el texto de la comunidad de Lucas lo que recuerda (y nos recuerda) es que va por otro lado la clave para darle sentido a esta tradicional fiesta: se trata de la multiplicación del alimento necesario, a partir de lo que tenemos. Esto como una manera de anticipar el modelo de sociedad soñada por Jesús, a la que él llamaba el «Reino de Dios», porque, como un reflejo de ese reinado, lo harán también entre nosotros la fraternidad y la solidaridad de todos con todos.

Fijémonos: el evangelio de este día contiene muchos simbolos, para alejarnos de la “magia” del milagro, como única visión de este texto. Los números así lo indican: 5 panes y 2 peces, suman 7, el valor de la totalidad plena en la cultura de su época y su pueblo. Después, los «alrededor de cinco mil hombres» traen resonancias de muerte, ya que era la cantidad de un ejército en batalla (Jos 8,12), lo cual es contrastado y anulado con los «grupos de cincuenta» personas, que son un eco de quienes se hacen cercanos al Dios de la Vida, como son los profetas (1Re 18,4.13). Y, por cierto, las «doce canastas» con lo que quedó, misma cantidad que las tribus que dieron origen al pueblo judío.

En seguida, pongamos atención en que el relato ocurre cuando sus discípulos vuelven de la misión, y «él los llevó consigo, y se retiró a solas con ellos» (Lc 9,10), para estar juntos, para orar y reforzar su preparación. Pero la gente que le sigue les impide aislarse. La reacción del Maestro es acoger y atender a la multitud con cariño, sanando y exponiéndoles el modelo de sociedad alternativa fraterna mencionado.

Por lo tanto, concluyamos en que, como sabemos, el Señor del Santísimo Cuerpo y Sangre, Dios Hijo, según nuestra creencia, «no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (Flp 2,6-7), «haciendo el bien» (Hch 10,38) a sus hermanos de humanidad cada vez que pudo, y, en consecuencia, muy lejos de querer ser adorado (Mt 20,28).

Pero, para que esto tenga sentido para nosotros, es necesario comprender que también impulsa a sus seguidores de entonces y de siempre, para que cuando se enfrenten a las necesidades de las personas, se atrevan a vencer la lógica económica: lo que hay no alcanza, a no ser que espere que hagamos algo tan absurdo como «que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».

Su invitación es a que entren más bien en su lógica solidaria: habrá para todos, si se comprometen y aprender a compartir: «Denles de comer ustedes mismos».


Así lo entendieron las primeras comunidades, que llevaban alimentos a la eucaristía, los ofrecían en el ofertorio y luego los repartían a los pobres, por lo que «eran queridos por todo el pueblo» (Hch 2,47).

Esta celebración del Cuerpo y Sangre (¿qué más humano que estos elementos físicos?) podría ser más auténticamente el Día del Amor Fraterno, sintiéndonos todos llamados a replicar el milagro de la multiplicación de los panes, compartiendo lo que somos y lo que tenemos con aquellos que carecen de todo.

 

Señor de la entrega generosa de tu vida, tú fomentas que desarrollemos toda la capacidad fraterna y solidaria que derramó en nuestros corazones el Santo Espíritu de Dios, cuando fuimos creados como parte de todo lo bueno que hizo Dios. Ayúdanos a ser fieles a esa vocación. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aportar para que disminuya seriamente la necesidad de pan, abrigo y ternura de tantos que lo necesitan,

Miguel.

miércoles, 11 de junio de 2025

El Dios Único está conformado por Tres Personas

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

15 de Junio de 2025                                                 

Solemnidad de la Santísima Trinidad

 

Lecturas de la Misa:

Proverbios 8, 22-31 / Salmo 8, 4-9 ¡Señor, nuestro Dios, que admirable es tu Nombre en toda la tierra! / Romanos 5, 1-5

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     16, 12-15


    Jesús dijo a sus discípulos:
    «Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
    Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
    Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Podemos preguntarle junto al salmista, ante la grandeza absoluta de nuestro Dios: «¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?» (Sal). Sin embargo, el Señor expresa: «mi delicia era estar con los hijos de los hombres» (1L), tanto que «cuando venga el Espíritu de la Verdad» (Ev), que es el Espíritu de Dios mismo, se quedará con nosotros para siempre, para recordarnos cada día el gran regalo de la Trinidad: «estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo» (2L). Para eso nos ama Dios, para que nuestra vida sea más feliz.

¿De qué nos sirve creer en esto?

La Iglesia Católica organiza el año litúrgico comenzando por el Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, la cual celebra al Dios Padre que envía a su amado Hijo al mundo. Luego, continúa los domingos siguientes mostrando la actividad y el mensaje de éste, quien, cuando sube al cielo, envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo anterior al actual.

Así, tendríamos presentados al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Sería ya el momento para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad.

Hay algunos que critican el concepto, diciendo que no es bíblico y, más aún, afirman que no hay enseñanza alguna de Jesús que mencione a Dios como tres personas, ya que siempre que habla de Él lo hace sólo en singular.

Sin embargo, basta con mirar la primera página de la Biblia y leeremos que «En el principio creó Dios los cielos y la tierra […] el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz» (Gn 1,1-3, versión Reina Valera). Esto nos muestra que en los orígenes encontramos al Padre Creador, al Espíritu elevado por sobre el ambiente que recibiría la creación y al Hijo, que es la Palabra de Dios (Jn 1,1), que una vez que dice produce lo creado. Es decir, el autor del primer párrafo de la Biblia -escrito hace más de 25 siglos- ya prefiguraba la Santísima Trinidad.

Para esto, tengamos presente lo que dice el Maestro en el evangelio para este día: «Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora». Porque es parte de nuestra condición humana, de la capacidad limitada de nuestro entendimiento, que necesitamos, como sociedad y hasta como humanidad, madurar las experiencias hasta el punto de poder ir logrando que se nos hagan evidentes distintas realidades. Un ejemplo de otros ambientes, de entre muchos: hoy podemos hablar de dignidad humana o feminismo y entendemos más o menos bien todos, pero hace medio siglo y mucho antes, por cierto, no cabían en la estructura mental de la gente, cuando la esclavitud era legal y el patriarcado era incontestable.

El conocimiento, la capacidad de comprender las cosas de Dios, también va creciendo progresivamente, que es lo que hemos venido haciendo con la ayuda de los teólogos durante siglos.

El evangelio de esta jornada insiste en esto, asegurando que tendremos ayuda en este progresivo avance: el Espíritu Santo nos «introducirá en toda la verdad», en cada época.

En consecuencia, ¿cómo podrían los contemporáneos y compatriotas de Jesús, e incluso él mismo, todos convencidos de que «el Señor, nuestro Dios, es el único Señor» (Dt 6,4) comprender que, a la vez, era posible que hubiese tres personas en la divinidad? Y, por eso, no encontraremos alusión concreta, con ese nombre: la Santísima Trinidad, a esta realidad divina en la Biblia.

Es más, reconozcamos que muchos de nosotros no lo comprendemos bien y preferimos repetirlo sin cuestionárnoslo demasiado.

Hechas todas esas prevenciones notemos que, igual el Maestro, intuitivamente, pone en el mismo nivel a las tres Personas divinas, afirmando que «Él (el Espíritu) me glorificará, porque recibirá de lo mío […] Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».


Apoyémonos en otra lectura tomada de la liturgia para esta celebración, que proviene de un texto incluso más antiguo que el evangelio, aquí el autor sagrado escribe: «Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo […] la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,1-5).

Ahora, ¿de qué nos sirve saber todo esto? Pues bien, nos puede ayudar comprender que, como Dios es amor (1 Jn 4,16) y está conformado por tres Personas, nuestro Señor es una Comunidad de Amor. Por lo tanto, que si hemos sido creados «a imagen de Dios» (Gn 1,27), como dice la Biblia, nuestra vocación, más aún si decimos creer en Él, es formar e integrar comunidades donde reine el amor fraterno y solidario entre todos.

 

Señor, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, haz que nos sea posible vivir la misión, inscrita en nuestros genes de fe, de ser comunidades de amor creador, redentor y santificador, para que, sirviendo de esa forma a nuestros hermanos de humanidad, estos se acerquen a la felicidad que Tú quieres para nosotros, porque nos amas. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, reflejar en nuestra vida cómo creemos en ese Dios Uno y Trino, intentando asemejarnos a su amor servicial por todos,

Miguel.

miércoles, 4 de junio de 2025

¿Hemos recibido el Espíritu Santo?

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

8 de Junio de 2025                                                   

Domingo de Pentecostés

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 2, 1-11 / Salmo 103, 1. 24. 29-31. 34 Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra / I Corintios 12, 3-7. 12-13

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     20, 19-23


    Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
    Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
    Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Con fe podemos expresarle: «Si envías tu aliento, son creados» (Sal), no sólo los seres vivos, sino también los buenos gestos para una mejor convivencia humana. Pero después no se escatima, sino que «todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (1L). Todos llenos. Y, para estar listos para esta misión, «yo también los envío a ustedes» (Ev), sumando a nuestra debilidad Su poder, para hacer posible el que «en cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común» (2L). Es que, si Dios se involucra no será a medias, sino con todos y para todos, para el bien de todos.

La respuesta se encuentra en los frutos que demos.

Se nos cuenta un episodio en que Pablo pregunta a unos cristianos con los que se encuentra: «"Cuando ustedes abrazaron la fe, ¿recibieron el Espíritu Santo?". Ellos le dijeron: "Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo"» (Hch 19,2-7).

Algo semejante nos puede suceder a nosotros si nos preguntaran. Aunque, al contrario de aquellos, sí hemos escuchado de Él. Pero de igual manera lo desconocemos.

Tratemos de enmendar algo esto, sin pretender agotar el tema. Para ello utilizaremos los textos de la Liturgia de Pentecostés que se nos presentan hoy, que son: la primera lectura, tomada de Los Hechos de los Apóstoles y el evangelio según Juan.

Para Lucas, quien redactó el evangelio que lleva su nombre y también Los Hechos, fruto de la investigación para redactar este último libro, al conocer los sacrificios y esfuerzos de los misioneros, exponiéndose a asaltantes en los caminos, a animales feroces, a viajes interminables, naufragios, enfermedades, enemistades y persecuciones de los judíos y de los paganos, todo para proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios. Entonces se preguntaría: ¿qué los sostenía? ¿de dónde habrían sacado fuerza, valentía y capacidad?  ¿quién les había enseñado a expresarse en lenguas tan diversas y con tanta elocuencia? Pues bien, la respuesta a la que llegó fue que todo esto provenía de esta fuerza divina: «todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios» (Hch 4,31).

Otro descubrimiento que hizo fue que la venida de este Ser tan fecundo no podía resultar exclusivamente en una experiencia individual y privada, sino que, siendo un don de Dios, tenía sentido que su “explosión de amor” ocurriese cuando «estaban todos reunidos en el mismo lugar» (Hch 2,1) y debía servir para potenciar a toda la comunidad. Porque, como dice Pablo: «En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común» (1 Cor 12,7).

En su concepción, para que ésta estuviese adecuadamente preparada requería que desde la resurrección del Señor hubiese un periodo extenso de meditación, catequesis y oración: «Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios» (Hch 1,3). Esto para, por supuesto, consolidar a la comunidad, pero también, para prepararlos al momento en «que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto», lo que la impulsaría a proclamar «las maravillas de Dios» (Hch 2,11).

Por su lado, en la versión del evangelista, notemos primero que el saludo del Resucitado es el que acostumbra su gente: "Shalom", «¡La paz esté con ustedes!». Pero esta vez cumple una función muy necesaria, ya que ocurre «estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos», asumiendo que, si estos hicieron lo que hicieron con su Maestro, también podían ensañarse con ellos. Por lo tanto, necesitaban urgentemente esa paz. Y Él, siempre servidor, se las otorga.

Esta comunidad liberada del temor podría ahora servir, a su vez, a los demás siendo misionera: «Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» para contribuir a la tan necesaria reconciliación humana: «Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen».

¿Qué hace el Señor para impulsarla? «sopló sobre ellos y añadió “Reciban al Espíritu Santo”», un soplido que recuerda el de Dios creando al ser humano (Gn 2,7), debido a que esta nueva realidad conlleva la creación de un nuevo mundo, una nueva forma de relacionarnos las personas. Jesús llamaba a esta novedad el Reino de Dios.


Esto nos trae a la memoria, además, lo que él le había señalado a un maestro judío: «El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu» (Jn 3,8). Es decir, esta fuerza es, además de creadora, creativa, para que esa nueva humanidad dé frutos diferentes a los que nos hacen mal.

Pues bien, el Maestro había dicho unos versículos antes: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5). Si recordamos que para Jesús el Reino es la «vida en abundancia» (Jn 10,10), es necesario que los nacidos del agua, es decir, los bautizados, sean llenados del Espíritu de Dios, con la fuerza y la creatividad del viento para que construyan ese mundo mejor, más humano, más cristiano, como nos merecemos y tal como el mismo Creador amoroso lo quiere para nosotros.

 

Sigue viniendo, Espíritu Santo, continúa llenando los corazones de quienes anhelamos ser fieles al amor del Padre Bueno, encendiendo en nosotros el poderosos fuego de tu amor. Te rogamos: no te canses de enviar, Señor, tu Santo Espíritu para que renueve la faz de la Tierra. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, permitirle al Espíritu Santo llenar nuestra vida de fraternidad solidaria y gozosa,

Miguel.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Su vida fue resucitada y luego glorificada

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

1 de Junio de 2025                                                   

La Ascensión del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 1, 1-11 / Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     24, 46-53


Jesús dijo a sus discípulos:
    «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto».
    Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
    Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor resucitado, a quien, por la fe reconocemos como «el soberano de toda la tierra» (Sal), en el momento de su despedida nos hace una promesa que conlleva una invitación-misión: «recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos» (1L), de tal manera que se pueda cumplir el que «en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados» (Ev), que es la Buena Noticia de la misericordia del Padre Dios. «Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados» (2L) y hagan el bien a sus hermanos de humanidad con el auxilio que viene de lo alto.

Elevando lo mejor de lo nuestro.

Haciendo un brevísimo resumen del evangelio de Lucas, sabemos que, al contrario de los otros tres que lo hacen sólo con el Resucitado, él resalta desde el principio a Jesús como «Señor» (1,43); que cuando él mismo, antes de iniciar su misión, estaba en proceso de meditación de lo que haría, siente que hay cosas más trascendentes que alimentar sólo la barriga, que se debe adorar exclusivamente a Dios y que a Él se lo debe tomar en serio (4,4-12). Y que, inmediatamente después de eso, al presentarse en público, traduce lo anterior señalando que ha sido enviado como profeta de los pobres y los que sufren (4,18).

En cuanto al contenido mismo del evangelio destacan, entre otros tópicos, que lo recorre completo la alegría. Partiendo desde que «el Ángel del Señor» le anuncia a su padre el nacimiento de Juan Bautista: «Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor» (1,11-15), pasando por el estado exultante del Maestro mismo, quien «se estremeció de gozo» al enterarse de los frutos que había dado la misión de sus discípulos  (10,21), culminando con el relato que se nos presenta este día, cuando los apóstoles, después de la Ascensión «volvieron a Jerusalén con gran alegría» a vivir esta fe.

Otro destacado es la presencia permanente del Espíritu Santo, que es la fuente de esa alegría. Y, por último, en este rápido recuento, la centralidad de la oración, ya que es el evangelio en el que lo vemos más veces en esa actitud.

En este cierre de su evangelio, Lucas parece querer "abrochar" todo lo narrado previamente, con conclusiones que sean de provecho y fortalecimiento de la fe de la comunidad a la que dirige este texto.

Entonces, porque ellos quieren entender el motivo por el que murió Jesús y, a la vez, por qué Dios permitió la muerte de esta persona en la que habían puesto tantas esperanzas (24,21), él responde: «Así está escrito» (en los textos sagrados). Es decir, no fue una sorpresa, sino parte de Su plan.

Después, le parecería importante recalcar que creer en Cristo no es para guardarlo cada uno para sí mismo, sino que debe ser un impulso para los «testigos» de sus palabras y acciones (el evangelio del amor misericordioso y activo), «comenzando por Jerusalén», es decir, insertos en el judaísmo, que era su fe y su entorno habitual.

Algo importante: la forma de proclamar la Buena Noticia requiere «la conversión», es decir, la corrección de la forma habitual de interactuar, «para el perdón de los pecados». En otras palabras: con el objetivo de sanar lo que afecta las relaciones humanas.

En seguida, como un auxilio necesario para realizar esta misión, garantiza que obtendrán una fuerza «que viene de lo alto», la que, más adelante identificarían como el Espíritu Santo, el Aliento interior de Dios mismo, que haría morada en ellos, tan importante para este evangelista, como ya señalamos.

Tal vez debido a lo anterior, el lugar elegido para la bendición final sea «Betania», el lugar donde Jesús era acogido con cariño, porque fue donde experimentó la cercanía humana de las hermanas Marta y María (10,38-42) y el cariño de su amigo Lázaro, quien le arrancó lágrimas de dolor con su muerte (Jn 11,35).

Continúa con la imagen de su elevación ¿Hacia dónde? En dirección «al cielo», que es el lugar en que, según el imaginario de su época, habitaba el Altísimo y ahí, había enseñado antes, «el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso» (22,69). Es como afirmar que el que había sido crucificado, posteriormente fue exaltado; por lo tanto, su aparente fracaso era un preludio de su triunfo, ya que Dios finalmente lo glorifica, y gracias a su infinita misericordia, a nuestra humanidad, que era parte suya, junto con él.


Y culmina esta especie de síntesis final, resaltando que los discípulos que han vivido esta experiencia de ver y escuchar al Señor, posteriormente se vuelcan felices a la oración en el Templo, como ya notamos un poco antes. O sea, que comienzan a vivir su fe con el gozo de saber que la muerte no tiene la última palabra, sino el Amor, es decir: Dios (1 Jn 4,8).

Todo lo anterior también nos sirve a nosotros. Recordemos que este evangelio está dirigido al «excelentísimo Teófilo» (Lc 1,3) y que esa palabra significa “el que ama a Dios”. Por lo tanto, puede estar destinado a cada uno/a de los/as creyentes.

 

Tu ascensión al Padre, Señor, nos llena de alegría, porque nos impulsas a convertirnos de nuestro individualismo y salir desde nuestra comodidad para anunciar a todos que Dios quiere perdonar todos los pecados, que es la Buena (la mejor) Noticia que nos pueden dar. Que tengamos la sabiduría y el valor para hacerlo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer ascender, junto con el Señor, lo mejor de nuestra humanidad,

Miguel.

miércoles, 21 de mayo de 2025

El camino pascual lleno de vida

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

25 de Mayo de 2025                                                 

Domingo de la Sexta Semana de Pascua

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 15, 1-2. 22-29 / Salmo 66, 2-3. 5-6. 8 A Dios den gracias los pueblos, alaben los pueblos a Dios / Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     14, 23-29


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Para que «el Señor haga brillar su rostro sobre nosotros» (Sal), y sintamos que también a la humanidad «la gloria de Dios la ilumina» (2L), es necesario, que quienes amamos a Jesús seamos fieles a sus palabras (Ev), creando y cuidando condiciones de vida más justas y dignas para todos los hijos del Padre Dios, de manera que quienes tienen dificultades para creer vean que quienes «han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1L) sirven a la humanidad, es decir, a todos los que el Padre Dios ama.

Resucitando lo mejor de nosotros.

Los evangelios de los domingos de Pascua van mostrando diferentes aspectos de la relación de los creyentes con el maravilloso y luminoso acontecimiento de la resurrección de Jesús.

El primer domingo mostraba la duda de los primeros discípulos y, reconozcámoslo, también la nuestra, ante tanta maravilla: «hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos» (Jn 20,1-9).

En el segundo, para auxiliarlos (y auxiliarnos) en esa dificultad, el Resucitado en medio de la comunidad temerosa, insegura, tambaleante, les insufla la potente y dinámica paz del Espíritu de Dios mismo para ser misioneros de la tan necesaria reconciliación entre los hombres y con el propio Padre (Jn 20, 19-31).

En el tercero, el Resucitado recuerda que él es quien está entre nosotros como quien sirve (Lc 22,27), para inmediatamente después invitar a que quien lo ame, en primer lugar, se sienta perdonado y luego dedique ese amor a servir, cuidando a las ovejas amadas de su redil (Jn 21, 1-14).

En el cuarto, se nos recuerda que el Resucitado es el mismo que enseñó que sus ovejas son las que escuchan su mensaje de amor misericordioso e indiscriminado, y eso produce en ellas una vida mejor que la que llevamos a rastras cada día, una vida que merezca llamarse así, por lo que es «vida eterna» (Jn 10, 27-30).

En el quinto, somos invitados a volver al momento en que el ahora Resucitado entregó como última voluntad-mandamiento el que sus seguidores se amasen de una manera semejante a la suya: a todos y hasta el final, como forma de que se nos reconozca como discípulos suyos, es decir, personas que creen en Él (Jn 13,31-35).

Y llegando al final de este período, este día el Evangelio nos muestra dos poderosos efectos que ocurren a los que amen a Jesús después de irse de nuestro plano material, cuando volviera resucitado:


En primer lugar, se nos da la noticia de que se cumplirá lo que le había dicho a la samaritana: «ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre […] los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,21-23). Pues las construcciones humanas serán superadas, y pasaremos a ser nosotros, ni más ni menos, que “la casa” de Dios: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él».

Y, luego, que tendremos a Alguien que acompañará nuestro camino de fe, ya que «el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho», para que lo hagamos realidad entre nosotros.

En fin, este caminar de semanas junto al Evangelio llega hasta que el Resucitado, en quien creemos, nos aliente: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!» para que podamos atrevernos a mostrar con nuestra solidaridad, nuestra fraternidad, y nuestra ocupación por las necesidades de los demás, que también le creemos a su estilo de vida que resucita y enriquece las relaciones humanas.

 

Señor, que sepamos acogerte junto al Padre y al Espíritu para que derramen su amor desde nosotros, de tal manera que resuciten nuestros oídos para que oigan tu palabra inspiradora; que resuciten nuestros ojos para que sepan ver al necesitado y resuciten nuestras manos para que le den alivio y lo que precisa en tu Nombre. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer lo que sea necesario para que nuestro Dios se sienta en su casa cuando nos habite con su amor,

Miguel.

Volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 29 de Junio de 2025                               ...