miércoles, 6 de agosto de 2025

Un Reino que se nos da y que construimos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

10 de Agosto de 2025                                              

Domingo de la Décimo Novena Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Sabiduría 18, 5-9 / Salmo 32, 1.12.18-20.22 ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! / Hebreos 11, 1-2. 8-19

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     12, 32-48


    Jesús dijo a sus discípulos:
    «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
    Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
    Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
    ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
    ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
    Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
    Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
    Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
    El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
    El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
    Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más».
Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Sabiendo que «la fe es la garantía de los bienes que se esperan» (2L), nos alegramos de que nuestra fe consista en esperar el retorno de Jesús, momento en se cumplirá su promesa acerca de que «el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada» (Ev), y nos disponemos a hacerlo con la conciencia de que «los ojos del Señor están fijos sobre los que esperan en su misericordia» (Sal), confiando, además, en que Él nos ayudará a que esa espera se realice como hermanos que «compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros» (1L). Todo, para aportar a que nuestra vida y nuestro mundo sea más cercanos al proyecto de Amor del Padre Dios.

Para que se haga Su Voluntad.

Jesús, justo antes del texto que se nos propone para este día, estaba enseñando a confiar en Dios, como algo contrario a poner la tranquilidad en los bienes materiales, concluyendo: «Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura» (Lc 12,31).

Inmediatamente a continuación vienen estas tiernas y alentadoras palabras: «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino».

Es decir, podemos entender que el Reino de la fraternidad entre los hijos del Padre Bueno, o sea, todos, se busca (se construye) y, a la vez, es un regalo de su generosa y cariñosa misericordia.

Tengamos presente que el Reino, según las enseñanzas de Jesús (distintas a nuestra porfiada percepción), no es una realidad exclusivamente futura, sino actual: «el Reino de Dios está entre ustedes» (Lc 17,21). Además de entender que esto se trata de imaginar cómo sería si en el mundo, en nuestra sociedad, en nuestra familia, en nuestro entorno, ese Padre compasivamente amoroso y dadivoso tuviese su reinado.

Entonces, ¿cómo se busca/construye el Reino? Pues, asemejándose lo más que nos sea posible a Él (Mt 5,48). Por ejemplo, siguiendo sus generosas huellas: «Vendan sus bienes y denlos como limosna». Esto es importante porque, como decíamos al comienzo, era la preocupación de nuestro Maestro y lo reafirma diciendo: «allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón». Es que él cree que no nos conviene ni nos hace bien tener el corazón puesto en la acumulación de cosas, porque así se nos llena el espacio destinado al amor (es decir a Dios y, como reflejo, a los hermanos) con bienes que, a la corta o a la larga son, desechables. De hecho, nos prevenía recientemente que este estilo es para no ser como aquel «que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios» (Lc 12,21).

Bueno, pero ¿cómo entra aquí aquello de que el Padre nos lo quiere dar? Decía San Agustín: “El Dios


Amor es el Espíritu Santo. Cuando este Espíritu, Dios de Dios, se da al hombre, le inflama en amor de Dios y del prójimo, pues Él es amor”. Es decir, que nos lo da inspirándonos e impulsándonos desde dentro nuestro a vivir según esa motivación: que venga a nosotros su Reino (Mt 6,10) de amor compasivo y fraterno, entendiendo que «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).

Esa sería la invitación para quien se encuentre con esta Palabra: buscar hacer realidad el Reino, para poder conseguir todo lo que es bueno como un añadido de vida plena, vida buena, Vida que merece ese nombre.

 

Padre amoroso, comprendemos que todo don bueno y perfecto proviene de Ti. Te pedimos que sigas inspirándonos e impulsándonos a hacer de nuestro mundo y nuestros ambientes lugares de esperanza, ayuda y amor solidario para quien lo necesite. Es decir, a aportar a que se haga tu voluntad de amor misericordioso en la tierra, como ocurre en el Cielo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, recibir y ayudar a construir el Reino de Dios entre nosotros,

Miguel.

miércoles, 30 de julio de 2025

Buscando ser ricos a los ojos de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

3 de Agosto de 2025                                                

Domingo de la Décimo Octava Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23 / Salmo 89, 3-6. 12-14. 17 Señor, Tú has sido nuestro refugio / Colosenses 3, 1-5. 9-11

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     12, 13-21


    Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
    Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
    Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".
    Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"
    Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Si nos preguntamos «¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?» (1L), una buena respuesta podría ser: la posibilidad de ganarse su sustento y el de los suyos, además de la oportunidad de realizarse personalmente desarrollando sus capacidades, «para que nuestro corazón alcance la sabiduría» (Sal). El problema se presenta cuando nos gana la avaricia, como si nunca fuésemos a escuchar «Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?» (Ev). Nuestro Maestro nos invita a recuperar la sensatez, siguiendo el camino que lleva a la felicidad, luchando contra el egoísmo, revistiéndonos «del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador» (2L), de tal manera de parecernos cada vez más a él en su amor y entrega gratuita permanente.

Y no acumular miseria humana…

Todos conocemos tristes historias de familiares que se enemistan a causa de la repartición de una herencia. Y es tan corriente que los estados han tenido que darse leyes específicas para esto.

Jesús manifiesta desinterés por el tema: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?».

Inmediatamente después, habla de lo que sí le interesa: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».

Es decir, él, que nunca pierde de vista lo importante, prefiere resaltar lo que aporta a la vida plena o en abundancia (Jn 10,10). Por lo tanto, si quieren hablar de bienes materiales, es importante que sepan que para el profeta del Reinado de Dios no es por ahí que se encuentra la felicidad.

Para lo anterior, con el espíritu didáctico que lo caracterizaba, les cuenta una pequeña historia: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho», una imagen que en su tiempo, como ocurre en todo tiempo, era bien conocida.

Este señor, ante tanta abundancia, utiliza la mentalidad individualista y materialista que, tristemente, también recorre la historia de la humanidad. Es así que no se le ocurre nada mejor que construir ampliaciones para guardar aquella profusión de cosechas, suponiendo que, en esa situación podría olvidarse de todo. Y de todos… «tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida».

Pero hay algo que no tenía presente (como también es habitual en todas las culturas y épocas): nadie nunca puede sentir que tiene asegurada su vida: «Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"».

Pero, espera… ¿qué tiene de malo guardar lo que se ha obtenido? ¿qué otra opción racional existe?

Se atribuye al pensador social Emir Sader la siguiente reflexión: “Si un mono acumulase más bananas de las que puede comer mientras otros monos mueren de hambre, los científicos estudiarían al acumulador para saber qué demonios ocurre con él. Cuando los humanos hacen lo mismo, los colocamos en la portada de Forbes (revista de negocios internacional)”.


La otra opción, pues, es el criterio de la solidaridad fraterna, base fundamental del Evangelio del amor misericordioso que anuncia Jesús. Recordemos, por ejemplo, como hicimos hace muy poco, el diálogo entre los discípulos y el Maestro en la multiplicación de los panes. Ahí dijimos: “es necesario comprender que (Jesús) impulsa a sus seguidores de entonces y de siempre, para que cuando se enfrenten a las necesidades de las personas, se atrevan a vencer la lógica económica: lo que hay no alcanza, a no ser que espere que hagamos algo tan absurdo como «que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente». Su invitación es a que entren más bien en su lógica solidaria: habrá para todos, si se comprometen y aprenden a compartir: «Denles de comer ustedes mismos»” (Lc 9,13).

El Maestro no exige ni impone. Él sugiere a quienes quieran entrar en el estilo del Reino que elijan entre ser el «que acumula riquezas para sí» o ser coherente con la idea de que, como somos todos hermanos, hijos del Creador, debe estar consciente de las carencias de los demás cuando se tenga más de lo estrictamente necesario y saber compartir para lograr ser «rico a los ojos de Dios».

 

Señor, Maestro del amor generoso, te pedimos que penetres con tu luz nuestros corazones, para que ilumines nuestras sombras de egoísmo y elimines con tu calor nuestras frialdades, de tal manera de que nos hagas instrumentos de solidaridad. Ábrenos los ojos y los oídos del corazón, para saber discernir tus caminos fraternos siendo constructores de Vida Nueva. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ser ricos a los ojos de Dios, en el estilo del Maestro del amor misericordioso,

Miguel.

miércoles, 23 de julio de 2025

Una gran escuela de oración

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

27 de Julio de 2025                                                  

Domingo de la Décimo Séptima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 18, 20-21. 23-32 / Salmo 137, 1-3. 6-8 ¡Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué! / Colosenses 2, 12-14

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     11, 1-13


    Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
    Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:
        Padre, santificado sea tu Nombre,
        que venga tu Reino,
        danos cada día nuestro pan cotidiano;
        perdona nuestros pecados,
        porque también nosotros perdonamos
        a aquellos que nos ofenden;
        y no nos dejes caer en la tentación».
    Jesús agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle," y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos".
    Yo les aseguro que, aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
    También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
    ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
    Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

La oración se trata de tener conciencia de que, pese a que «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor» (1L) para entablar un diálogo con él, confiados en la convicción que nos transmite Jesús, acerca de que de Él sólo podremos conseguir cosas buenas, porque es no sólo nuestro Padre, sino el mejor Padre que hay (Ev). Si a esto le sumamos «la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos» (2L) -es decir, que para Él nada es imposible- podemos, entonces, identificarnos con el salmista que canta «Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca» (Sal) y después mostrarnos agradecidos, amando y sirviendo a sus otros hijos más desvalidos.

Jesús enseña a dirigirnos al Padre.

Es grave que una persona pase mucho tiempo sin dirigirle la palabra a su pareja, hijos, amigos, las personas de su entorno. Peor es (y, sin embargo, sucede) que alguien que se diga creyente pase mucho tiempo sin relacionarse con Dios. Hoy se nos da una enseñanza sobre esto.

Algo admirable veían los discípulos en la forma luminosa que tenía Jesús de orar. Y algo intuían a la vez: su oración le daba una energía distinta a la propia y lo movía a hacer las cosas extraordinarias que lo caracterizaban. Por eso, probablemente, le piden que les enseñe a orar (como él).

Entonces, el Maestro, que no es alguien que le guste hacer teoría, menos si de enseñar se trata, les da un método, no una fórmula rígida como parecemos entenderlo los cristianos actuales. La prueba es que la versión de Mateo no es exactamente igual a esta (ver Mt 6,9-13).

Empezando, estas palabras son una gran escuela de oración, por el orden en que presenta Jesús las peticiones: las primeras, orientadas a Dios, a exaltar su Grandeza; y, a continuación, las que se refieren a nuestras necesidades, solicitándole su misericordioso auxilio.

«Cuando oren, digan: Padre». Lo primero es identificar a la Persona a la que nos dirigimos: El Padre, Uno que le da lustre a esa palabra. Nadie como Él. Y, a la vez, este solo término podría ser toda una oración sencilla y profunda, si lográsemos repetirla lentamente, desde el fondo de nuestro corazón, asumiendo que "eres mi Padre”, “eres nuestro Padre”.

Cuando expresamos a continuación: «santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino», confiamos en que pueda ser reconocido y tratado como su Grandeza se lo merece, debido a que se ve que reina entre nosotros.

Para eso, pedimos que sepamos hacer en nuestra sociedad, en nuestras familias y en todas partes lugares donde se vea que este reinado, lo que ocurre, por ejemplo y de manera primordial, cuando obtenemos el pan que nos es necesario; todos sus hijos, sin excepción, como quiere el buen Padre que Él es.


Entendiendo nosotros, los orantes, que necesitamos que Su Bondad nos enseñe a vencer lo horribles personas que podemos llegar a ser muchos de sus hijos, cuando nos vence el egoísmo y somos capaces de acaparar alimento mientras otros padecen hambre. Esta es una de las deudas más graves que tenemos como humanidad y por la que le solicitamos perdón y su auxilio para llegar a asemejarnos a la misericordia suya, lo que nos permitiría librarnos de las tentaciones que nos quitan humanidad, al optar por vivir de manera superficial, trabajando sólo para acumular bienes materiales, dejándonos dominar por la tristeza y la desilusión. Lejos del plan de Dios.

Culmina esta enseñanza invitando a la confianza: «pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá»

¿Por qué podemos esperar que conseguiremos todo esto y más? Porque nos ha enseñado su Hijo acerca de su tremenda generosidad, ya que, «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan».

 

Padre Bueno y de todos, que estás lejos de nuestras miserias y muy cercano a nuestra humildad, Santo, Santísimo eres, reina tu amor misericordioso entre nosotros cuando logramos abrirnos a la solidaridad y la reconciliación entre nosotros, tus hijos. Gracias por tu amor.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber orar y hacer coherencia las palabras de Jesús, que enseña a dirigirse al Padre Dios,

Miguel.

miércoles, 16 de julio de 2025

Elegir beber de la fuente de la Palabra de Vida

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

20 de Julio de 2025                                                  

Domingo de la Décimo Sexta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Génesis 18, 1-10 / Salmo 14, 2-5 Señor, ¿quién entrará en tu Casa? / Colosenses 1, 24-28

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 38-42


    Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
    Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».
    Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nosotros, que también, como Marta, solemos inquietamos y agitarnos por muchas cosas (Ev), corremos el riesgo, debido a esto, de perdernos «el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar» (2L): ese es el mismo Jesús, quien no pasa de largo, sin más por nuestra vida (1L). Al contrario, él la pude hacer fecunda y plena para todo/a aquel/aquella «que procede rectamente y practica la justicia» (Sal), es decir, quienes se dejen guiar por él, para vivir según su palabra que llena de paz, amor y alegría.

Buscando dejar de inquietarse y agitarse tanto.

Jesús se encuentra a solas con dos mujeres en su casa... Lo que conocemos de las costumbres de la época hacen imposible creer que esta escena sucedió realmente: no era permitido ni aceptable el trato entre sexos que no fuera público. Y a veces ni eso. Esto nos hace recordar, una vez más, que el objetivo principal de los evangelistas es catequético, no histórico.

¿Qué querría impulsar como reflexión para su comunidad Lucas con este relato, entonces? Hay estudiosos que creen que el tema de fondo era el que más preocupaba a los primeros cristianos, judíos en su origen, como sabemos: si debían seguir observando, o no, las leyes ancestrales de su pueblo, la llamada "Ley de Moisés".

Se sabía que Jesús cumplió la Ley (Mt 5,17; Ga 4,4). Pero iba creciendo en las primeras comunidades la conciencia de que su venida y paso entre ellos, refrendado por su resurrección, superaba con creces los límites que imponían los mandamientos y los distintos preceptos de la Ley (512 se llegaron a contar). Enseña Pablo, por ejemplo: (ustedes) «no están sometidos a la Ley, sino a la gracia» (Rm 6,14).

También era claro entre ellos que si había un mandamiento importante del Maestro, por lo tanto superior a todos los demás, era el del Amor (Jn 13,34), comprendiendo que al vivir de acuerdo a éste se cumple la intención de Moisés: «el amor es la plenitud de la Ley» (Rm 13,10). Para ellos, en consecuencia, no se trataba de evadir la Ley Sagrada, sino de ir mucho más allá de ella.

A raíz de todo esto surgía la duda: ¿tienen que convertirse primero los gentiles en judíos antes de poder convertirse en cristianos? y ¿tienen que observar los gentiles la Ley de Moisés después de convertirse en cristianos?

Toda esta controversia llevó a que los líderes de las distintas comunidades a discutir estos asuntos (Hch 15). Los que estaban en el área de Jerusalén, la capital, lo creían necesario. Los de los territorios más lejanos, más permeables a otras grandes influencias culturales, muchos de ellos que no provenían de la cultura judía, no sentían gran apego, además de tener dificultades para practicar unos preceptos que no sentían tan propios.

Pues bien, Lucas escribe para cristianos de fuera de Palestina, con poca o ninguna influencia de esta Ley, por lo que estaría usando la figura de Marta como la de alguien que intenta cumplirlo todo, muy agobiada como sabemos que puede ocurrir con ese nivel de autoexigencia. María, por su lado, simbolizaría a los cristianos que, liberados del cumplimiento, prefieren beber de la fuente de la Palabra de Vida, entendiendo que él simplificaba la ley en un solo mandamiento: el del amor (Jn 13,34).

Pero ojo, que el Maestro no critica a Marta su actitud de servicio; no le reprocha que trabaje sino el que «te inquietas y te agitas por muchas cosas». Sabemos que el servicio es una actitud tan fundamental, querida y promovida por él mismo (Mc 9,35), por lo que más bien a lo que la invita es a impedir que lo haga de tal manera que llegue a perder la paz y la alegría (2 Cor 9,7). Porque si es fatigante no es Buena Noticia ni da vida en abundancia (Jn 10,10).


Además, de pasada, resalta la liberadora enseñanza de que escuchar la Palabra del Maestro no debe ser una especie de privilegio de los varones, como era costumbre en su tiempo, ya que esta mujer «eligió la mejor parte», no quedándose relegada a las funciones que se consideraban (y aún se consideran) propias de las mujeres, como hizo Marta.

La catequesis de Lucas nos sirve, por lo tanto, para notar que muy a menudo andamos inquietos y nerviosos con demasiadas cosas, incluso religiosas, y olvidamos la importancia esencial que tiene el trato con el Señor, orando y meditando las Escrituras, para encontrar en ellas el sustento y el impulso para llevar a cabo nuestra misión de servir a los hermanos en nombre del Señor (Jn 5,39; Hb 6,10).

 

Permite que no olvidemos nunca, Señor, que tú esperas de nosotros que sintamos arder el corazón, siendo motivados a amar y servir a los hermanos de humanidad que se van presentando con sus distintas necesidades por los caminos que transitemos en la vida, porque esa es la Ley fundamental que imprimió ahí el Buen Padre Dios cuando nos creó. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, elegir siempre la mejor parte a los pies del Maestro, dejando de preocuparnos y de ocuparnos de demasiadas cosas menos importantes,

Miguel.

jueves, 10 de julio de 2025

Reconociendo prójimos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

13 de Julio de 2025                                                  

Domingo de la Décimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Deuteronomio 30, 9-14 / Salmo 68, 14. 17. 30-31. 36-37 Busquen al Señor, y vivirán / Colosenses 1, 15-20

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 25-37


    Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
    Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
    Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
    «Has respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida».
    Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»
    Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".
    ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?»
    «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.
    Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Ser fiel a Dios, o «heredar la Vida eterna», se logra amándolo generosamente, al igual que al prójimo (Ev). ¿Cómo podemos estar seguros de eso? Porque nos lo ha enseñado quien es, de manera visible, «la Imagen del Dios invisible» (2L), su Hijo, el que hizo llegar su mensaje hasta nosotros, de tal manera que comprendimos aquello de: «La palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques» (1L), para, luego, con la alegría del salmista cantar: «proclamaré su grandeza dando gracias» (Sal).

Ampliando la mirada.

Podemos afirmar que Dios se caracteriza por la coherencia. Él afirma: «yo, el Señor, no he cambiado» (Mal 3,6) y el salmista le reconoce: «fundaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos; ellos se acaban, y tú permaneces» (Sal 102,27).

Jesús, el Maestro, espera algo semejante de sus seguidores: «No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mt 7,21), porque decir lo hace cualquiera, pero lo dicho gana legitimidad cuando se lo lleva a la vida, tanto que considera parte preponderante de su familia a «los que escuchan la Palabra de Dios y la practican» (Lc 8,21).

Y recordemos que su gran distancia y controversias con las autoridades religiosas de su pueblo no tienen tanto que ver con motivos teológicos, sino con la hipocresía que demostraban «porque no hacen lo que dicen» (Mt 23,3).

Entonces, ¿qué utilidad tiene para uno mismo -y qué decir para el mundo- que alguien se diga creyente, o cristiano en nuestro caso, si no hay una coherencia entre ese decir y el hacer? Conviene recordar al respecto el poderoso cuestionamiento bíblico: «¿De qué le sirve a uno (...) decir que tiene fe, si no tiene obras? (...) ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? (Es que) la fe (...) si no va acompañada de las obras, está completamente muerta» (Stg 2,14-17).

Entonces, en la situación del texto para este día, vemos que Jesús conoce a alguien que, en lo hondo de su corazón, parece querer encontrar coherencia entre lo que ha aprendido y la vida, más allá de la intención superficial: «para ponerlo a prueba»

Debido a esto es la fundamental pregunta: «¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?», más allá de lo que ya sabía, lo que había leído en las Escrituras, como le recuerda el Maestro, lo que lleva al «doctor de la Ley» a repetir de memoria lo más importante de su tradición religiosa: el amor a Dios en primerísimo lugar (Dt 6,5), pero también al prójimo (Lv 19,18), que es el próximo a uno. Reacciona Jesús: «obra así y alcanzarás la vida» (la vida plena, vivificante, humanizante).

Pero entre los estudiosos de la Biblia había una controversia: ¿el prójimo era sólo el miembro del pueblo elegido? ¿era sólo el miembro de mi clan? ¿se podía ampliar el concepto a quienes, pese a no ser judíos eran “temerosos de Dios”, es decir, creyentes?

Por eso, ahí surge el deseo oculto de coherencia: para poder ser fiel ¿dónde se pone el límite entre tanta gente para identificar a ese prójimo a quien tengo que amar, según la Ley de Dios?

El Maestro, en vez de soltar una gran explicación teórica, llena de citas bíblicas, le cuenta una pequeña


historia: alguien cualquiera, parte del pueblo, como ellos, fue asaltado y dejado herido en un camino que conectaba a una aldea cercana con la capital. Por ahí pasaron sucesivamente dos prójimos, según las normas. Pero ambos tenían cosas en su criterio más importantes que hacer que cumplir aquella ley… Entonces, Jesús agrega un giro dramático a la narración: surge un no-prójimo, según sus criterios. Se trata de un miembro de un pueblo rival religiosamente, un hereje formalmente. Sin embargo, éste que no tenía “obligación” de sangre, hizo lo que su humanidad le dictó: atender al necesitado, porque «lo vio y se conmovió». Y con creces; hizo de todo y más por este “enemigo”.

La pregunta para el Maestro, al contrario de la que le había hecho el experto en las Escrituras, debiese ser, para alguien conectado con Dios, no quién es, sino ¿quién se porta como prójimo? Es a ese a quien hay que imitar: «Ve, y procede tú de la misma manera».

Es decir, hace notar al doctor de la ley y a todos los que quieran ser coherentes con la palabra “cristiano/a” que amar al prójimo y, debido a que estos amores están íntimamente relacionados (Mt 22,39), amar a Dios a la vez, no es un sentimiento infértil, sino un impulso: hacer el bien a los demás hermanos de humanidad, hacerse prójimo-próximo de quien esté en necesidad, mostrando así una fe viva.

 

Señor, ayúdanos a amar coherentemente a Dios y a nuestro prójimo como debiésemos hacer porque así está inscrito en nuestra naturaleza. Permítenos saber reconocer tu presencia en cada persona. Que tu amor nos inspire a construir un mundo de compasión y dignidad, donde todos puedan experimentar tu amor y misericordia. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, no olvidar nunca que decirse cristianos es decirse misioneros del Reino,

Miguel.

miércoles, 2 de julio de 2025

Decirse cristianos es reconocerse enviados a anunciar el Reino del Amor

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

6 de Julio de 2025                                                    

Domingo de la Décimo Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 66, 10-14 / Salmo 65, 1-7. 16. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra! / Gálatas 6, 14-18

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 1-12. 17-20


    El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
    ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
    Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
    Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
    Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
    Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
    Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
    Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Cristianismo y Misión están íntimamente ligados. Jesús quiere que se anuncien «las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres» (Sal); entre ellas la maravilla de oír de la boca de Dios: «como un hombre es consolado por su madre, así Yo los consolaré a ustedes» (1L). La respuesta a estos regalos es que los discípulos vayan hacia los demás, «curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"» (Ev), para todo lo cual se nos concede el que «la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes» (2L). Sólo depende de cada quien responder generosamente.

Un breve manual de los misioneros.

Jesús, el Profeta de la vida en abundancia (Jn 10,10) tiene premura en que se anuncie la Buena Noticia del amor tremendamente misericordioso y generoso de Dios, porque sus hermanos de humanidad necesitan conocerla. Por eso, «designó a otros setenta y dos, además de los Doce»: porque se necesitan muchos. Incluso, estos no son suficientes, debido a ello solicita: «Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha».

Todo lo anterior sigue siendo necesario. Para eso, también lo es lo siguiente, que podría ser un breve “manual de los misioneros”:

Lo primero es tener presente que esta no es ni será nunca una tarea fácil, quien misiona no debe creer que va a encontrar sólo receptores con buena voluntad: «los envío como a ovejas en medio de lobos». Y, para complejizarla aún más, les exhorta a que no confíen en los recursos materiales: «no lleven dinero, ni provisiones, ni calzado», lo que es una forma de decirles que necesitan abandonarse en Quien es el que envía.

Después, les invita a sentir la urgencia de desarrollar esta labor: «no se detengan a saludar a nadie por el camino», como era la costumbre en su tiempo de largos saludos preguntando por toda la familia.

El comienzo del mensaje de un misionero del Reino, indica Jesús, debe ser una actitud verbal y física muy potente y siempre necesaria: «digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!"»

Deben estar dispuestos a acoger y aceptar humildemente la generosidad agradecida de los misionados: «Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario».

Todo lo anterior, con la conciencia clara de que este mensaje no se debe imponer, sino proponer, con alegría y cariño: «En las ciudades donde entren y sean recibidos…».

Porque no hay que olvidar cuál es el contenido que se debe transmitir, el amor concretado en servicio: «curen a sus enfermos», lo que es el centro del mensaje, ya que dice con evidencias claras que «El Reino de Dios está cerca de ustedes».

Cuando se siguen estas instrucciones-invitaciones, los misioneros retornan «llenos de gozo», porque pudieron experimentar (como lo han hecho miles a lo largo de la historia) la derrota de los diversos males que aquejan a la humanidad: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».

Pero la verdadera alegría, aclara el Maestro, no debiese estar en vencer el mal, ya que eso no proviene


del esfuerzo de los enviados, sino de la capacidad que otorga Quien envía: «Les he dado poder […] para vencer todas las fuerzas del enemigo». El motivo para la felicidad, por el contrario, debiese ser el que quienes aceptan este encargo tienen un espacio destacado en el corazón del Padre Dios: «alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».

Ser misioneros, no lo olvidemos, no es tarea exclusiva de curas, monjas u otros pastores, sino que debiese ser un llamado que oigamos poderosamente en nuestra alma, como forma de entender que sólo quienes han experimentado el amor generosamente misericordioso de Dios pueden dar testimonio de esto a los demás. Comprendiendo, también, por cierto, que ese amor compasivo y acogedor es para todos y es un mínimo deber de sus hijos amados darlo a conocer a todos sus hermanos de comunidad. O a la mayor cantidad que sea posible, pese a nuestras debilidades.

 

Padre Dios, dueño de tanto amor y también de los sembrados donde existe tan abundante necesidad de encontrarte, siguiendo la recomendación de tu hijo, te rogamos que acrecientes nuestra fidelidad y refuerces nuestras capacidades para sumarnos a los siempre pocos obreros de tu campo, que recogen los buenos frutos del evangelio y llevan el esperanzador mensaje del Reino a todos. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, no olvidar nunca que decirse cristianos es decirse misioneros del Reino,

Miguel.

Un Reino que se nos da y que construimos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 10 de Agosto de 2025                              ...