miércoles, 24 de septiembre de 2025

Los graves riesgos de la excesiva búsqueda de bienestar material

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

28 de Septiembre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Sexta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 6, 1. 4-7 / Salmo 145, 7-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / I Timoteo 6, 11-16

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     16, 19-31


    Jesús dijo a los fariseos:
    Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
    El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
    En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
    El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».
    Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
    Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

El discípulo del Reino de Dios es llamado a mantenerse «sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (2L), momento en que se decidirá que los que «beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina» de sus hermanos (1L), recibirán «el tormento» debido a su actitud indiferente, lo contrario ocurre con el que padeció males, quien encontrará consuelo en su regazo (Ev), porque «El Señor ama a los justos» (Sal), los que se compadecen, los que no dejan de ver y hacer algo por quienes padecen a su alrededor.

Antes de que sea tarde para nuestra felicidad actual y eterna.

Esto ha ocurrido siempre. Hay y ha habido siempre grandes fortunas, gentes que gastan de un modo escandaloso... y a la vez pobres que no tienen nada o, al menos, no lo necesario para vivir de manera humanamente digna…

Existen muchas desigualdades, injusticias... gente demasiado rica frente a gente demasiado pobre. Jesús parece querer que no nos habituemos a esta situación, por nuestro propio bien.

Como recordábamos recientemente, tenemos la sentencia bíblica que afirma, sobre el amor al dinero: «la avaricia es la raíz de todos los males» (1 Tim 6,10).

Por eso el Maestro puede decir cosas terribles para nuestros oídos aún hoy, como pedirle a alguien con muchos recursos que quería ser seguidor suyo: «ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; después, ven y sígueme». Lo que, naturalmente, enfría todo su entusiasmo (Mc 10,21-22).

O la reflexión posterior a esto: «¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». El asombro de sus discípulos es semejante al nuestro: «se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”» (Mc 10,24-27). Es decir que la salvación-liberación-felicidad no la construimos con nuestras cosas valiosas, que son sólo pobres medios, sino de la mano de lo que el Buen Padre Dios nos indica y enseña por medio de su Hijo.

Aunque difícilmente reconozcamos de nuestra parte tener ese “amor”, nuestro apego a obtener bienes materiales es fuerte, y esto provoca que bloqueemos nuestra natural sensibilidad, pudiendo evitar ver al que sufre carencias de manera tan evidente.

El rico de esta parábola puso toda su confianza en el dinero: su acumulación, el placer que puede comprar, el disfrute sin freno, el consumo, el sacar provecho.

Mientras justo al lado alguien carece de todo, anhelando recibir, al menos, las migajas que cayesen de la mesa del banquete del insensible...

Tras la muerte de ambos, se invierten los papeles: el pobre accede a la felicidad eterna y el rico al suplicio.

Pero no se trata, como se ha hecho creer convenientemente por los abusadores de toda la historia, e que los pobres tienen que aguantar estoicamente, para recibir consuelo en la otra vida. Ante esto está la recordada exclamación del Papa Juan Pablo II (a quien nadie podría acusar de “comunista”): “¡Los pobres no pueden esperar!”, porque no es justo, no es humano y no es sano. Es decir, no es cristiano.

Porque, por decir cosas como estas, muchos en la Iglesia, y por parte de gente perteneciente a esta misma, son catalogados como “comunistas” o “rojos”, olvidando que quien nos enseñó esto no fue Marx, sino Jesús.

Todo lo anterior, además, trae consigo una advertencia delicada a quienes tuercen estas enseñanzas y justifican las riquezas o buscan suavizar estas palabras para no perder los aportes que puedan hacer los hermanos con más recursos económicos.

Y, claro, como la mayoría de quienes leemos esto no somos millonarios, nos tranquilizamos pensando que esto es un mal condenable de otros. Pero en la forma también podemos caer nosotros.


Sin ir muy lejos, y en una aplicación muy práctica y actual de esta enseñanza, las noticias nos muestran niños muriendo de hambre provocada por un gobierno bélico en Gaza y nuestra respuesta, como la de gran parte de la humanidad, es la inhumana indiferencia.

La conclusión sería que el Maestro advierte contra la riqueza como peligrosa para el alma, ya que lleva en sí misma dos riesgos trágicos: el de cerrar el corazón a Dios, contentándose con la felicidad de esta vida y olvidando la otra, que es el encuentro definitivo con el Amor. El otro peligro es llegar a cerrar el corazón a los demás, dejando de ver al pobre, al hermano, hijo del mismo Padre Dios, tendido junto a nuestra puerta.

Y esto, pese a que se lo señale el que resucitó «de entre los muertos», en quien supuestamente creemos.

 

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos y hermanas que viven y mueren en la pobreza y el hambre. Enséñanos a darles, en unión con otros, su pan de cada día. Que no nos sumemos a la indiferencia que permite que vivan y mueren solos y pobres, sino que seamos parte de su paz y felicidad. Amén.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ver a los pobres y a todos los que, por la forma en que está estructurada nuestra sociedad, padecen permanentemente, para aportar lo propio de los cristianos: compasión y alivio,

Miguel.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Escoger a Dios y sus caminos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

21 de Septiembre de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Amós 8, 4-7 / Salmo 112, 1-2. 4-8 ¡Alaben al Señor, que alza al pobre! / Timoteo 2, 1-8

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     16, 1-13


    Jesús decía a los discípulos:
    «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto".
    El administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!"
    Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" "Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez".
    Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" "Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos".
    Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
    Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
    El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
    Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

El Maestro privilegió a los pobres en su actuar y «este es el testimonio que Él dio a su debido tiempo» (2L), según nos muestra la Escritura. Es que no hay espacio para la duda: su vida fue un constante ser fiel a Dios, el mismo que «levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria para hacerlo sentar entre los nobles de su pueblo» (Sal). Y, no sólo eso, también advierte a quienes abusan de ellos: «Jamás olvidaré ninguna de sus acciones» (1L). Quienes nos sentimos amigos de Jesús, entonces, debiésemos saber que la mejor forma de «servir a Dios» (Ev) es servir al pobre.

Para comportarnos como hijos de la luz.

Esta es, probablemente, una de las parábolas más difíciles de interpretar de todos los evangelios.

Nos puede ayudar en esta tarea tener presente que estos relatos no son historias en las que cada elemento tendría relación con hechos concretos de la vida, sino cuentos basados en comparaciones fabuladas para guiar hacia la reflexión.

Tratemos, pues, hasta donde nos alcance la sabiduría de la que disponemos y la experiencia que hemos adquirido conociendo al Maestro galileo, de encontrar el sentido que tendría para Jesús contar esta parábola.

El administrador es atrapado malgastando los bienes de su empleador (ni siquiera se esfuerza en defenderse) y cuando es notificado de su despido, en vez de aprovecharse por última vez de éste, decide renunciar a lo que legalmente le corresponde como regente de lo que poseía el rico de la historia.

El sistema era el siguiente: alguien compraba al comerciante alguno de sus productos, diez barriles de aceite, por ejemplo, y el administrador le hacía firmar un pagaré por veinte; la diferencia era su paga.

Entonces, esta persona desiste de obtener lo que le corresponde con el objetivo de ganarse amigos que, en compensación, le ayudarían en la situación de necesidad económica que le sobrevendrá tras el despido.

Es esta actitud previsora que el amo alaba de su empleado. No la pillería, como decimos en Chile. Y aquí podemos encontrar la clave de la parábola. Desde esta se afirma Jesús para su enseñanza.

Él invita a sus discípulos, «los hijos de la luz», a que tengan una actitud semejante. En este caso, que sepan renunciar al dinero para amigarse con Dios (Mc 10,21).

Para Jesús el dinero es potencialmente un obstáculo para la fe: a mayor cantidad, más posibilidad de torcer el camino, porque se lo suele escoger, consciente o inconscientemente, por sobre el amor de Dios (Lc 16,15).

Es que se observa a simple vista, en su tiempo y en el nuestro, que «la avaricia es la raíz de todos los males» (1 Tim 6,10), tanto que el afán de acumular dinero divide a la humanidad en ricos y pobres, opresores y oprimidos. Todo esto imposibilita que el mundo sea una familia unida, hijos del mismo Padre, donde se fomente la fraternidad y la solidaridad, de tal manera que eviten el triste espectáculo de personas que mueren de hambre frente a otros que derrochan y desperdician bienes.


Se reafirmará esto último, cuando Lucas, en los versículos siguientes a los que se nos presentan para este día, narre la parábola del rico y el mendigo Lázaro (Lc 16,19-31).

La indicación sería, por lo tanto, que se pueda comprobar que «el que es fiel en lo poco», en el apego -o, más bien, el desapego- a eso tan superficial como son los bienes materiales y al influjo de la sociedad que nos hace preferirlo por sobre todo, «también es fiel en lo mucho», lo mayor para la vida en abundancia, que es el apego a las enseñanzas de amor y servicio de nuestro Señor, o la construcción del Reino, como le llamaba él.

 

Te pedimos, Señor, la sabiduría para saber procurarnos lo necesario para la vida y el bienestar, sin caer en el afán de obtener más que el pan nuestro de cada día, lo que nos provoca ceguera a las necesidades y dolores de los demás hermanos de humanidad, alejándonos de tu amor y enseñanzas. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, valorar en su justo mérito la necesidad de poseer dinero para las necesidades básicas, sin ser arrasados por la avaricia,

Miguel.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Para conocer mejor el corazón de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

14 de Septiembre de 2025                                       

Domingo de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 32, 7-11. 13-14 / Salmo 50, 3-4. 12-13. 17. 19 Iré a la casa de mi Padre / I Timoteo 1, 12-17

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     15, 1-10


Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».

 Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".

 Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

 Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".

 Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Enseña el Maestro que «se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte» (Ev). Para llegar a esa feliz conversión, ayuda primero reconocerse pecadores y luego orar: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Sal), confiando en que «Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores» (2L). Contamos con su auxilio, entonces, pero también el de los demás hermanos y ellos con el nuestro, cuando intercedemos unos por otros ante Dios, nuestro Padre común (1L).

Uno tan grande que caben todos.

Jesús tenía problemas con los "buenos religiosos", supuestamente buenas personas, buenos cumplidores de la Ley de Dios, quienes lo acusaban de relacionarse con gente de mala reputación, de mal vivir, según el punto de vista juzgador que se arrogan para sí, debido a lo que consideraban su fiel práctica religiosa. 

Pues bien, en otra ocasión, el Maestro afirma que sólo Dios es Bueno (Mc 10,18), es decir, que ni uno solo de estos críticos -ni nadie-, puede sentirse superior a los demás en pulcritud -o pretender tener derecho a ello-, por lo que, tampoco, a mirar en menos a quien sea (Mt 7,3).

Hoy su respuesta a estos cuestionamientos es mediante parábolas, las que posteriormente hemos llamado las "de la misericordia de Dios", contenidas en todo el capítulo 15 del evangelio de Lucas. En esta ocasión nos centraremos sólo en dos de las tres narraciones. La otra es la conocida como "el hijo pródigo", pese a que el personaje principal es el padre misericordioso.

Por motivos de espacio y de que ya hemos reflexionado sobre aquella en otra oportunidad, además de que el sentido es uno solo para las tres, nos centraremos en las que mencionamos, pero aludiremos a la omitida.

Partamos por decir que, con estas parábolas, Jesús nos regala el mejor retrato y la mejor descripción de cómo es el corazón del Padre Dios de toda la Biblia. Y de toda nuestra vida.

La justificación de la actitud de Jesús que les merece crítica a estas personas, es que, según su experiencia de Dios, Él ama y busca a los "malos". De hecho, en otro momento les dice a las autoridades religiosas de su pueblo que «los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios» (Mt 21,31). Pues bien, esa misma actitud de acogida tiene él.

Hoy leemos que una oveja, una moneda (y, en el otro caso, un hijo) se pierden; pero, al final, se vuelven a encontrar. Claramente, Jesús no habla del animal, el objeto (o la persona), sino del buscador, reflejo de la imagen que tiene de Dios y su rasgo principal: que es mucho más Misericordioso (Ef 2,4), que Puro y Santo, distante de los pecadores, que es lo que relevan tanto sus seguidores apegados a los ritos de las religiones.


Por eso, en estas narraciones se nos revela que es Él quien toma la iniciativa. Todas tienen un final de alegría por el rescate desde su estado de extravío. Son una tremenda respuesta al escándalo de los moralistas contra Jesús y contra Dios mismo.

Es que esto es lo central del evangelio, por eso es Buena Noticia, noticia feliz, porque nos llena de alegría: el amor gratuito de ese Dios, quien no nos ama porque seamos buenos; sino que primero él nos ama, sin pre- requisitos, y eso nos hace "buenos" a sus ojos. La consecuencia es que nuestras obras buenas, aquellas que todos comprendemos como parte de la vida cristiana, no son la causa, sino la consecuencia-respuesta al amor misericordioso del Padre para nosotros.

Lo siguiente sería cuestionarnos: ¿cómo miramos nosotros a los que consideramos pecadores? ¿nos consideramos mejores que ellos?

 

Somos la oveja que se pierde con demasiada facilidad en los caminos de la vida. Tú eres, Señor, quien nos busca, nos cargas en tus hombros, nos sanas y nos salvas sin que lo merezcamos. Y así descubrimos la inmensa misericordia del Padre. Ese amor incomprensible que se alegra más por la recuperada que por las que sienten que no lo necesitan. Que podamos reflejar la alegría del cielo en nuestro actuar y nuestro vivir. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, gozarnos de la maravillosa noticia de que somos amados gratuita e incansablemente por el Buen Dios,

Miguel.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Como Jesús, llevar con amor la cruz

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

7 de Septiembre de 2025                                         

Domingo de la Vigésimo Tercera Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Sabiduría 9, 13-18 / Salmo 89, 3-6. 12-14. 17 ¡Tú has sido nuestro refugio, Señor! / Filemón 9-10. 12-17

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     14, 25-33


    Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
    ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar".
    ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Cada quien podría hacer suya esta pregunta dirigida al Señor: «¿quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?» (1L). El tema es tener la disposición a dejarse guiar por ella, para poder considerarnos sus discípulos (Ev), sabiendo que su voluntad es que amemos a cada hermano de humanidad, porque de todos se puede decir: «estás unido a él por lazos humanos y en el Señor» (2L), además, de tener la certeza de que necesitamos su auxilio para lograrlo, por lo que pedimos: «que descienda hasta nosotros la bondad del Señor» (Sal). Que esta nos inspire, nos impulse y nos estimule.

Y no llamar a cualquier cosa una cruz.

Cuesta imaginar, pero tampoco se intenta mucho hacerlo, lo que significaba la crucifixión. Tampoco nos interesa ser muy explícito sobre dicho terrible suplicio. Quedémonos sólo con que no se trata de nada agradable ni recomendable.

¿Qué habrá querido decir Jesús, entonces, con aquello de «El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo»? ¿Por qué, para qué, habría que cargar con ese instrumento cruel? Y, además, ¿cómo poder considerarlo algo propio (“su cruz”)?

Partamos por recordar que quien nos dice estas palabras fue alguien que tuvo que sufrir una cruz literal y física, el que, «siendo justo, padeció por la injusticia» (1 Pe 3,18), con todos los añadidos de violencia que esta traía. Pero que, a la vez, con sus actos misericordiosos también “cargó” la cruz simbólica de sacrificar la propia vida -y de la propia vida- al pasar haciendo el bien (Hch 10,38), postergando el legítimo tiempo para descansar (Mc 6,31-34), por ofrecerse para ser el alivio de los afligidos (Mt 11,28).

Él había dicho: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará» (Mt 16,24-25). No olvidemos que afirmó esto como respuesta a Pedro, quien lo había reprendido por anunciar que llegaría hasta el extremo del sacrificio de su vida por ser fiel a la voluntad de su Padre.

Durante su misión su accionar fue ejemplo de esas palabras, “perdiendo” su vida (su comodidad, sus necesidades, su ego) por causa del Reino del amor, para, de esa manera, encontrar la vida plena, buena, eterna, en abundancia, que sólo comprenden los que tratan de sintonizar con los “pensamientos de Dios” (Mt 16,23), quien es tremendamente misericordioso (Ef 2,4-5) y es puro amor (1 Jn 4,8) para todos, por sobre todas las cosas (Mt 5,45).

La cruz, en su caso, entonces, se convirtió en un símbolo de la victoria de Jesús sobre la muerte y el mal, como rúbrica, como sello, de la forma coherente en que vivió. Así, fue que se transformó desde un instrumento de condena a un distintivo central de la fe y la esperanza en el cristianismo.


“Cargarla”, no significa soportar cualquier tipo de inconveniente, sino seguir su estilo y sus enseñanzas, adoptando una actitud de amor y entrega, semejante a la suya, lo que implica renunciar a los propios deseos, cuando se apartan de esto, aceptando las dificultades y sufrimientos que esto pueda traer.

Nosotros, a fuerza de ver tanto la cruz, ya estamos anestesiados ante tan horrorosa imagen. Y eso nos lleva, mayoritariamente, a un estado de indiferencia acerca del significado de ésta: ¿en qué afecta o debiese afectarnos la muerte en cruz de nuestro Maestro de vida? ¿hay algún cambio que debiésemos hacer al respecto? ¿Qué cruces estamos dispuestos a cargar para ir siendo cada vez más fieles seguidores del Maestro de la misericordia compasiva que se manifiesta, para que tenga sentido, en fraternidad solidaria?

 

Señor, enséñanos a hacer, de manera semejante a la tuya, que cuando nos toque la dolorosa cruz, ésta se transforme primero en un desafío posible y luego en la señal esperanzadora de que caminamos por la senda correcta: la del amor activo, solidario y fraterno, como nos enseñaste tú. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, comprender cuáles son y luego atrevernos a asumir las cruces que es necesario cargar si se quiere ser discípulo de quien venció ese signo de muerte a fuerza de amor,

Miguel.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Reconociendo quiénes están en los primeros lugares para Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

31 de Agosto de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29 / Salmo 67, 4-7. 10-11 Señor, Tú eres bueno con los pobres / Hebreos 12, 18-19. 22-24

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     14, 1. 7-14


    Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:

    «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.

    Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado».

    Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.

    Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.

    ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

***.

Cambiando criterios.

Cuando organizamos una gran celebración, aunque no lo hagamos de manera consciente, contamos con ser retribuidos con invitaciones semejantes cuando, a su vez, los amigos y familiares de nuestro listado organicen sus propios eventos.

Esto es natural, por lo que es comprensible y no merece ningún reproche. Pero si nos interesa ir más allá, intentando acercarnos al proyecto del Reino del Amor que predicaba Jesús, escuchemos qué tiene que decirnos él.

Nuestro Maestro invita a tener una actitud de gratuidad y de ocupación por los otros. Es decir, que sepamos compartir, lo cual está lejos de la lógica "normal" de esperar compensación por nuestros actos.

Para eso, en este, como en otros casos, llama a privilegiar a los más indefensos y abandonados de nuestras sociedades, aquellos que no tienen cómo retribuir materialmente. Tal como era su propia práctica permanente.

Quien tiene esa actitud se pone en el rango de lo extraordinario, de lo perfecto, como lo es el Padre (Mt 5,48), quien nos acoge y nos ama con nuestras muchas carencias y nuestro ningún mérito para recibir Sus atenciones (1 Jn 4,10).

Teniendo presente todo lo anterior, entremos en el relato que se nos ofrece este día.

Nos cuentan los historiadores que, en aquel tiempo, en los banquetes, antes de sentarse, cada invitado elegía "su" puesto, según su rango, según la idea que él tenía de su propia dignidad, en comparación a los demás invitados. Esto, de acuerdo a los criterios y enseñanzas de los rabinos. Igual, como norma de urbanidad, se aconsejaba un poco de prudencia elemental, situándose dos o tres puestos más allá del que le “correspondería". De esa manera, el dueño de casa le haría el honor de cambiarlo a un sitio más acorde a su rango. Apariencias, puras apariencias.

Jesús repite lo que ya dijo en otras ocasiones: ocupen el último puesto (Mc 9,35), porque para él la humildad es una característica que está más de acuerdo a lo que inscribió en nuestra naturaleza quien nos creó: «el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos» (Mt 18,4). Los soberbios, en cambio, se cierran a sí mismos las puertas a su misericordia compasiva (Lc 18, 14).


Pues bien, el último puesto -el primero para el corazón de Dios- es el del servidor, tal como vivió su Hijo, nuestro Maestro, quien nos enseñó: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas (…) Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor (…) yo estoy entre ustedes como el que sirve» (Lc 22,25-27).

Los que nos decimos seguidores de Jesús servimos -sirve nuestra fe- si buscamos replicar su estilo de vivir aportándole al mundo su espíritu nuevo, aquel que contradice la lógica “normal” de la acumulación egoísta e indiferente de lo que sucede a los demás. Cuando actuamos de esta manera desnudamos y criticamos, sin palabras, el otro comportamiento como algo insano, lejos de lo buenamente humano (Gn 1,31) con lo que nos creó Dios. Y algo cambia en el mundo. Algo extraordinario, que se transforma en una Buena Noticia para nuestros hermanos de humanidad.

 

A ti, que invitas a la Fiesta de tu Amor a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos y a todos los que no lo merecemos, pero lo necesitamos, te pedimos que nos ayudes a olvidarnos de nosotros y a pensar más en nuestros hermanos que pasan tantas necesidades, muchas veces muy cerca nuestro. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ampliar el corazón para acoger a más personas, comenzando por quienes tienen poco y a nadie,

Miguel.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Puerta abierta a la plenitud

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

24 de Agosto de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Primera Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Isaías 66, 18-21 / Salmo 116, 1-2 Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio / Hebreos 12, 5-7. 11-13

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     13, 22-30




    Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
    Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»
    Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes".
    Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!"
    Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
    Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».
Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Quienes dicen creer en Dios y en que «es inquebrantable su amor por nosotros» (Sal), normalmente buscan responder a ese amor, por lo que, en palabras de Él, «anunciarán mi gloria a las naciones» (1L), lo que se traduce en que cada uno «produce frutos de paz y de justicia» (2L) que sirvan a todos los hijos del Padre del cielo, con lo que se abren a la posibilidad de ser acogidos en Su Corazón Misericordioso, o, según la metáfora de Jesús, «en el banquete del Reino de Dios» (Ev).

Para quienes no son estrechos de mente, ni de corazón.

Convengamos en que si alguien pregunta: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?», probablemente, la duda no es por el número, sino para saber si quien pregunta conseguirá estar en el grupo de los “salvables”. Y eso nos interesa a todos.

Jesús, como suele hacer, no responde directamente la cuestión, sino que invita a hacer pensar sobre el tema propuesto.

Su respuesta-reflexión comienza así: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán».

Si conocemos algo al Maestro sabremos que él no es alguien que estreche puertas ni busque poner dificultades a quienes quieran llegar a Dios. Al menos, no a propósito. Si ocurre eso se debe solamente a que las personas, en uso de su libertad, prefieren sus comodidades o privilegios -los que podrían llamarse “puertas anchas”-, por lo que consideran estrechos los caminos que propone Jesús.

Un ejemplo, sin ir muy lejos; sólo unos versículos antes de los de hoy:

«Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años […] Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, estás curada de tu enfermedad”, y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios» (Lc 13,10-13).

Todo bien, ¿verdad? Maravilloso que logre sanar a alguien que padecía por tanto tiempo…

Pero, no, alguien se molesta por esto: «el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: “Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado”» (Lc 13,14).

Razonable, desde el punto de vista de los mandamientos, ya que el Sábado es el día de descanso sagrado ¿verdad? Pero ¿era realmente eso lo que lo enojaba?, ¿por qué «El Señor le respondió: “¡Hipócritas!”» (Lc 13,15)?

Habría dos motivos más fuertes. Uno económico, porque los jefes religiosos cobraban por los servicios de la sinagoga y, al sanar esta mujer alguien que no era funcionario, perdía una “clienta”; el otro sería social-cultural simbólica: tomemos en cuenta la condición en que estaban las mujeres de su tiempo, con la espalda curvada por el peso de las obligaciones y los mandatos machistas, de los que el Maestro la libera, perdiendo este y todos los hombres parte de su dominación sobre ella…

La conclusión es contundente: «Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?» (Lc 13,15-16).




La intolerancia del encargado de la sinagoga, acostumbrado a las puertas anchas de los privilegios, es un ejemplo de una mente estrecha; en cambio, la puerta angosta (porque conlleva sacrificios) representa la solidaridad con el sufriente que es el camino amplio hacia los brazos del Buen Padre Dios. Recordemos que éstos últimos oirán: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo» (Mt 25,34), que será la bienvenida no para quienes cumplieron mandamientos, sino para quienes se ocuparon de las necesidades de sus hermanos, como hizo siempre Jesús (Hch, 10,38), porque él es nuestro ejemplo, es «la puerta» (Jn 10,9) y «el camino» (Jn 10,9) que pueden parecer angostos, pero conducen a salvarse de la vida egoísta tan dañina y nos lleva a una más humana, más plena, más según el querer de nuestro Padre Dios, quien quiere sólo lo bueno para nosotros (Mt 7,11).

 

Abre las puertas de nuestro corazón, Señor, para poder descubrir la belleza de vivir de manera semejante a la tuya, tan llena de alegrías que la llamabas Buena Noticia y también la forma de mostrar que reino el Buen Padre Dios entre nosotros. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber rehuir a lo fácil y cómodo, porque esos suelen ser caminos de traición a uno mismo, al contrario de aquellos de plenitud que suelen ser angostos,

Miguel.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Un fuego que consume el mal para poder construir el bien

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

17 de Agosto de 2025                                              

Domingo de la Vigésima Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Jeremías 38, 3-6. 8-10 / Salmo 39, 2-4.18 Señor, ven pronto a socorrerme / Hebreos 12, 1-4

 


+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     12, 49-53

    Jesús dijo a sus discípulos:
    Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
    ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

El Señor, Padre bondadoso, por amor a sus hijos, la humanidad completa, a todos quienes se han atrevido a ponerse a su servicio les dio este don: «puso en mi boca un canto nuevo» (Sal), uno que hace ver las situaciones que impiden que los más débiles entre nosotros puedan ser felices. Precisamente los causantes de esto querrán bloquear este mensaje diciendo de cada uno de aquellos: «no busca el bien del pueblo, sino su desgracia» (1L). Debido a esto, sucede que, lamentable, pero necesariamente, el seguidor de Jesús no trae paz, sino división (Ev) y deberá enfrentar, por ello, consecuencias similares a su Maestro: «piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores» (2L). Pero, así como él, de esa manera, encontró la felicidad eterna, nosotros estamos también invitados a encontrarla siguiendo su ejemplo y enseñanzas.

A incendiarlo todo.

Pareciera no ser muy adecuado este texto para nuestro tiempo de tanta violencia cruel en curso, una con acciones e imágenes extremadamente aberrantes, por ejemplo, en la propia tierra que pisó el Maestro.

¿Cómo leer el actual evangelio en este contexto sin pensar: “¿Cómo va a venir Jesús a crear más división? ¿Cómo va a prender fuego en un mundo que tanto necesita la paz? ¿No era este el «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29)?”?

Puede ayudarnos a comprender estas incendiarias palabras conocer el contexto bíblico en que se movía el Nazareno: ¿qué reminiscencias traía a su espíritu y al de quienes le escuchaban estos fuertes conceptos?

Empecemos recordando, por ejemplo, que la primera interacción de Dios con Moisés, lo que desembocaría en el proceso de liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto, ocurre desde «una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza» (Ex 3,2). Es decir, el fuego es sagrado y emancipador.

Después, el mismo Moisés rememora: «el Señor me entregó las dos tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios, donde estaban todas las palabras que él les dirigió en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea» (Dt 9,10). Es decir, el fuego es el medio de comunicación de la Palabra (los Mandamientos) del Señor.

El Profeta Ezequiel narra su vocación, el momento en que «la mano del Señor descendió sobre él». Ahí señala: «Yo miré, y vi un viento huracanado que venía del norte, y una gran nube con un fuego fulgurante y un resplandor en torno de ella; y de adentro, de en medio del fuego, salía una claridad como de electro» (Ez 1,4). Es decir, el fuego divino es impulso misionero.

De esta manera, podemos encontrar muchos ejemplos más que Jesús y sus hermanos de fe habían escuchado muchas veces en las lecturas de las Escrituras. Es así que el salmista proclama: «¡La voz del Señor es potente, la voz del Señor es majestuosa! La voz del Señor lanza llamas de fuego» (Sal 29,4.7). Porque cuando Dios habla, algo poderoso se enciende.

Pues bien, Jesús se presenta no sólo como objeto de conflicto, sino como alguien cuyas palabras y acciones son la causa misma de la disputa que separa a las personas. Ya Simeón le había anunciado a su madre, cuando él era un bebé: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción» (Lc 2,34). 

¿Qué era lo controversial, lo disruptivo en lo que decía y realizaba? Habría tanto que anotar, pero en una síntesis apretada digamos que su libertad ofendía a los poderosos, quienes, en su tiempo y en todo tiempo, no toleraban ni toleran ideas nuevas.

Un ejemplo de muchos: para ellos había que respetar a toda costa el Día de Descanso consagrado a Dios. Para Jesús el hombre es más importante que ese cumplimiento (Mc 2,27), llegando a demostrar lo absurdo de su exagerada obsesión por evitar cualquier actividad ese día con cuestionamientos candentes: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» (Lc 6,9). Y, como sabremos, a nadie le gusta quedar en ridículo, menos a quienes tienen autoridad.

Es así que las tensiones e incluso las rupturas violentas entre personas no las origina Jesús, sino los que deciden rechazarlo, rechazando sus enseñanzas.


Por ello, Jesús, que era alguien que vivía con la conciencia de que aquellos eran los tiempos finales: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido» (Lc 21,6), creía que era necesaria la pronta conversión de todos hacia la voluntad de Dios. Así se entiende aquello de «cómo desearía que ya estuviera ardiendo» ese fuego sagrado, liberador, medio de comunicación de la voluntad del Señor, que enciende algo poderoso impulsando a ser misioneros de esta Buena Noticia.

A él le parece, por lo tanto, que es necesario incendiarlo todo, figurativamente, para poner fin al mundo presente de tal manera que pueda surgir en su lugar el Reino de Dios.

 

Llénanos de tu fuego sagrado, Señor, para quemar, en nosotros y en nuestro alrededor, todo aquello que impide que tu Voluntad de amor entre nosotros se haga realidad, para que puedas reinar como te corresponde en nuestro mundo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, permitir al fuego divino inflamarnos de su generosidad para aportar a hacer del nuestro un mundo más humano, fraterno y solidario,

Miguel.

Los graves riesgos de la excesiva búsqueda de bienestar material

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 28 de Septiembre de 2025                        ...